Me habían hablado bien de este restaurante, especialmente de sus carnes, fui a cenar con un acompañante que, para más inri, estaba de cumpleaños. Primer error: parecen disgustarles las mesas pequeñas, nos pusieron en un rincón infame donde todos los camareros tropezaban con nosotros sin disculparse ni en broma.
Pedimos el vino de la casa, de Navarra, un Chivite, creo recordar, correcto pero muy, muy frío. La carte de vinos es amplia e interesante. El camarero que nos sirvió el vino, un chico amable y simpático (el único de todo el restaurante).
La maitre parece no admitir que pidas otra cosa diferente a la que ella sugiere-ordena, fuimos obedientes: pimientos asados y chuletón para compartir. Los famosos pimientos (había leído maravillas de ellos en una crítica de La Guía del Ocio)estaban bien, suaves y melosos pero los he probado mejores en sitios de menos campanitas. La carne, una pequeña gran decepción, un trozo bueno, el otro lleno de nervios y grasa, el tamaño, pequeñito, ese mismo chuletón en cualquier asador lo ponen para una sola persona.
Teníamos que haber salido huyendo al ver la clientela de guiris y cenas de negocios (que en el fondo a nadie le importan porque las paga la empresa). En mi opinión, una trampa para turistas en la que, siendo del barrio, lamento haber caído. La noche se salvó sólo por la excelente compañía. Por supuesto, no lo recomiendo, después de gastarte tanto dinero deberías salir por lo menos contento y satisfecho.
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