Zona en auge

Al final del agradable paseo que recorre el Canal de Castilla a su paso por el barrio de la Victoria hay unos edificios en ladrillo que llevaban muchos años en desuso, pero afortunadamente en los últimos tiempos han abierto algunos negocios de restauración que poco a poco van devolviendo vida a la zona. El último de ellos, que apenas tiene 6 meses de vida, es el restaurante La Maruquesa. Situado en la última de las construcciones antes de alcanzar la avenida de Gijón, ha pasado por una reforma que ha sabido conjugar el sabor antiguo de las vigas de madera de la estructura original con una decoración moderna de corte industrial. Los espacios son muy amplios, y según entramos encontramos a la izquierda la zona del bar y a la derecha la cocina, una parrilla perfectamente aislada de la sala, y la zona de restaurante propiamente dicha.

Nos sentamos a unas mesas con aire retro vestidas apenas con unos manteles individuales. Copas Schott, vajilla también de aire retro y buenos cubiertos. A las propuestas de la carta hay que añadir una notable selección de pescados y mariscos, que nos cantan de viva voz detallando tanto su tamaño como preparación y precio. Entre unas propuestas y otras elegimos lo siguiente:

• Croquetas de berberecho (1,20€/unidad): Cremosas, con tropezones de la materia prima, cremosas y con buen sabor. Correctas.
• Croquetas de cecina (1,20€/unidad): Formato rectangular, menos densas, tropezón abundante y sabor adecuado. Bien.
• Zamburiñas a la plancha (12,50€): 8 unidades, resultaron ser volandeiras, pero es algo que ocurre en la mayoría de los sitios. Correctamente resueltas, ninguna pega.
• San martiño (50€): Compartido con mi pareja. Presentado inicialmente entero y después limpio y con la cabeza aparte para su aprovechamiento. Inicialmente me echaba un poco para atrás la cantidad de aceite para su acompañamiento, pero una vez metido en faena no estorbaba. La carne en su punto, buen sabor y guarnición de espárragos verdes levemente pasados por la parrilla.
• Pluma ibérica a la parrilla con guarnición de manzana (14,50€): Apenas la probé, pero lo que me llegó me pareció muy tierno, jugoso y en su punto. Buen contrapunto de la manzana reineta para aligerarlo un poco.

Como postres, pedí una buena tarta de queso (4,50€), probé un arroz con leche que no me convenció del todo (4,50€) y un hojaldre con crema de mango (5,50€), combinación que innova ligeramente sobre la tradición. Un par de cafés con hielo y un chupito de hierbas, ambos invitación de la casa, completaron la comida.

En cuanto a los vinos, la carta cuenta con cerca de 30 referencias con una inflación bastane razonable, la mayoría de vinos de la zona, aunque se pueden encontrar agradables sorpresas como el Arcán 2016 (20€) que elegimos. Correcta temperatura, botella descorchada y dada a probar y cubitera adosada a la mesa.

El servicio fue agradable y los tiempos adecuados, sin prisa pero sin pausa. El precio final bastante comedido en vista de la calidad general de los productos, el ambiente y la atención. Según nos comentaron en las próximas semanas van a abrir una zona de terraza en el lateral, pegando al canal, lo cual puede ser una buena opción para una cena informal este verano. Volveremos.