Un local alejado del centro de la ciudad y alejado de la cocina castellana. En la entrad está la cocina a la vista, Destaca una decoración de fotos y paredes que dejan sensación de casa de hace muchos años pero es que, además en esos marcos antiguos, las fotos son de cabezas de animales vestidos de personas (en especial la que sirve de portada en la web), con lámparas de época, papel pintado sobre las paredes con zonas que aparentan desgaste. Sensación vintage total.

Muy curiosas también las mesas, de madera y amplias, que tienen su cajón individual donde se guardan los cubiertos, servilletas y posavasos, amén de un billete de dolar americano que hace de tarjeta del local. Buena separación de las mesas sin mantel y con copas y cubiertos correctos, un cambio de platos individuales de forma poco reglada y tardía. El servicio de sala es jóven y voluntarioso, algo desordenado que le hace perder eficacia. Ritmo de servicio de platos desde cocina muy bueno al inicio, pero conforme se llenó el local, el ritmo decayó en exceso.

Para beber unas cocacolas, aguas con gas y en la carta de vinos donde hay vinos de precio medio en general y elegimos Pruno 2016, tan bueno como siempre.

En la carta de comidas y con menú pactado justo el día que se cambiaba el menú gastronómico, que por cierto, hay que reservar con un par de días de antelación. Lo que cenamos los cinco, con dos raciones de cada (salvo los postres que fueron uno de cada) y que hacían una mala partición en general:

. croqueta de jamón: por cortesía de la casa: buena y cumple en sabor y sobre todo en tamaño.

. causa limeña con salsa de ostras, tartar de pulpo, aguacate y pimiento del piquillo: muy bien elaborada aunque el pulpo resultó estar necesitado de una hora más de cocción.

. canelón de guiso de pollo, hongos y queso San Simón ahumado: mucha presencia del queso que hizo retirarse a más de uno y aunque a mí me gustó por la intensidad de los sabores, reconozco que será frecuente que se decline por culpa del queso que huele desde lejos. La estética mejorable.

. tosta de papada lacada, previamente adobada y las hierbas frescas (apio, hinojo verde, albahaca, menta): buena presentación, bien de sabor y bien integrados los elementos.

. tiradito de salmon, ají amarillo, boniato y huevas: correcto el ají que siempre es punto difícil, estando el plato agradable y bien presentado.

. tataki de atún, fondo de atún y yuzu, mango y granada: muy compelto el plato. De lo más completo en sabor, presentación, integración.

. albóndigas de ibéricos con reducción de escudella: muy buen fondo aunque el planteamiento de albóndigas en caldo requiere una vuelta de pensamiento para su mejor emplatado.

. jabalí, coliflor asada y patata violeta asada: buen fondo de guiso aunque poco estético al utilizar un plato oscuro de base con un guiso y una carne muy oscuras.

. torrija: bien  de sabor y textura. Cumple bien.

. pastel de lima: muy estético y limpio de emplatado aunque aquí el sabor es su punto más débil pues le falta intensidad cítrica que es lo que uno espera al elegir limón.

La cocina interesante aunque con algunos emplatados "poco limpios" como en el caso del jabalí ya comentado y servido sobre un plato/cuenco casi negro que hace que se pierdan visulamente los elementos, quedando una especie de masa oscura poco atractiva.

Sitio a seguir evolución.