Es difícil abrir algo en Dénia y sorprender. En valoraciones pasadas me he explayado exponiendo la riqueza gastronómica que reúne esta ciudad, en contra de lo que leo en otros portales (cosa que me indigna). En Dénia se abren y se cierran locales constantemente y los cocineros pasan de uno a otro establecimiento frecuentemente. A Dénia llegan las últimas tendencias gastronómicas muchísimo antes de lo que lo hacen en la mayoría de las capitales de provincia del Estado. Así, destacaban los locales de cocina francesa en los años ochenta, abrieron otros de cocina más vanguardista en los noventa o proliferaron los de inspiración asiática en los años dos mil.

El Portet de Domya Paca no aporta nada innovador al panorama gastronómico de la ciudad. Eso es cierto. Pero ello no significa para nada que no se trate de un lugar interesante, un restaurante al que volver. Más bien al contrario. Visto lo visto, se trata de otro local al que tener en cuenta y seguir de cerca pues, si todo les va bien, puede quedarse con nosotros muchos años y, sin duda, viene a enriquecer aún más la oferta de buenos locales en la ciudad.

EL restaurante se ubica al final del todo de la concurrida calle de Marqués de Campos, a mano izquierda y en el primer piso de la finca que hace esquina. Se accede por una escalera en la fachada que da al mar y, desde la mismísima entrada, se percibe cuidado y distinción en la decoración. La sensaciones se confirman al vernos abocados a un salón realmente amplio con sus amplias mesas elegantemente vestidas, enormes ventanales que nos regalan maravillosas vistas del puerto y predominio de las tonalidades blancas en muros y paredes. Nos resulta rabiosamente luminoso. Un puntazo.

El personal, impecablemente uniformado, nos acompaña a la mesa y nos comentan que ofrecen únicamente dos menús: el uno por 19,00 euros configurado por cinco entrantes y un arroz; el otro por 25,00 €. El numero de entrantes crece hasta ocho. Mis amigos del Norte seguramente comentaran nuevamente los increíbles precios de nuestra zona. No quiero ni imaginar lo que pensarán nuestros vecinos europeos que visitan Dénia cuando comprueben como se puede dar tanto por tan poco. Elegimos el segundo.

- Pan con alioli y encurtidos: Servicio exquisito de panes, variados y de gran calidad (coca de aceite, brioche, chapata…). Casero el allioli y ricas las aceitunas y demás encurtidos. Un buen comienzo.

- Crema de coliflor: Servida individualmente en un bonito plato hondo. Destacable su sabor delicado y la textura sedosa de la misma.

- Ensalada con codorniz escabechada: Mézclum de lechugas, tomates cherri, zanahoria fermentada y unos deliciosos muslitos de codorniz.

- Coques de bull amb ceba: Tamaño pequeño. Se agradece vista la extensión del menú. Buena masa y curioso ese guiso tradicional que ejerce de condumio. El bull es la tripa del atún que se guisa con abundante cebolla. Un sabor peculiar y reminiscencias de la infancia que me vienen a la mente: el olor penetrante y algo desagradable que desprende al cocinarlo en casa.

- Boletus en croqueta: Croquetón tamaño XL. Sabor destacable. Quizás habría que buscar una textura todavía más líquida. Esas son las que “molan”.

- Ciervo estofado: Tierno, extremadamente tierno y bien regado con una salsa ligada a base de vino tinto, intuyo. Podría constituir perfectamente un principal.

- Gambas en suquet: Calibre mediano, dos por comensal y un suquet perfectamente colado y desengrasado pero de concentración sápida significativa.

- Canelón de berenjena con algas y anchoa: Emplatado también éste de forma individual y recubierto con una deliciosa bechamel. Muy rico.

Éramos cuatro comensales y optamos por pedir dos arroces diferentes (dos raciones de cada) y compartirlos:

- Arroz con verduras y presa ibérica: Servido en la tradicional paella (o paellera cómo algunos gustan decir). Generosidad en los tropezones vegetales y de carne. Buen punto aunque le faltaron unos minutos de cocción para lograr el tan perseguido socarrat.

- Arroz con espinacas y sepia: Llega a la mesa en cazuela plana de hierro colado. Muy vistoso y muy sabroso. Se percibe el uso de un buen fondo en su elaboración.

- Postres compartidos al centro: Flan de café y Coca de almendras: Correctos ambos con el sello distintivo de estar hechos en casa. Se agradece.

Para acompañar tomamos una botella de Finca Caraballas y otra de Capellanes roble. Ambos me parecieron los vinos más interesantes de la carta en sus respectivos apartados de blancos y tintos. Creo que, en la medida que el negocio se vaya afianzando y consolidando, debe crecer la propuesta de vinos. La carta se antoja corta para la clientela potencial del restaurante y se construye sobre los habituales vinos de rotación. Hay que mimar al comensal que desea descubrir nuevos vinos.

Personal experimentado en sala, solícito y muy atento, quizá un pelín insistente en su preocupación por conocer la opinión sobre los platos. Se agradece el paso del cocinero por las mesas para recabar opiniones pero no es necesario preguntar al final de todos y cada uno de los pases, en mi humilde opinión.

Acabo tal y como empecé. Un nuevo local, una nueva propuesta a la que tener en cuenta tanto si se visita la ciudad como para los residentes en la comarca. Mucho ánimo.