Según leo en ese portal que ocupa el liderazgo en valoraciones de establecimientos hosteleros (líder por volumen de visitas y comentarios, que no por fiabilidad y rigor) y en algún que otro blog de gastronomía, se trata de uno de los mejores establecimientos de Dénia y ha supuesto una auténtica revolución “en la anodina oferta gastronómica de la ciudad”. No dudo del criterio de quienes han vertido tales comentarios, pero las valoraciones en internet se descontextualizan totalmente y el lector jamás puede saber cuál es la intención o el bagaje gastronómico que se esconde tras la persona que escribe. Comentarios de esta índole pueden conseguir el efecto contrario al deseado y elevar en exceso el nivel de expectativas de quien los lee y posteriormente visita el local. No es mi caso, pues tomé con cautela todos esos comentarios y visité el local sabiendo de antemano que no me enfrentaba a la mejor experiencia de mi vida, jeje.

El local tiene una distribución curiosa. Se trata de un bajo comercial de forma rectangular y techo elevado. Podemos distinguir hasta cuatro zonas o saloncetes distintos a diferente altura separados por tres o cuatro escalones. Decoración actual con aire desenfadado: paredes anaranjadas, mesas sin mantel (sólo tapete individual) excesivamente pegadas unas a otras… Ambiente bullicioso y festivo (coincidimos con una celebración numerosa). Para mí tampoco supone un problema en la mayoría de ocasiones, pero que el cliente sepa a lo que va.

Carta típica de “gastrobar” con bastantes propuestas que podríamos agrupar más o menos en estos apartados: embutidos, ensaladas, tapas frías, tapas calientes, carnes a la piedra, postres. Ciertamente todo resulta atrayente. Mientras la ojeábamos nos sirvieron unas aceitunas, un pan más que aceptable y dos ricos alliolis. Nos pareció distinguir que uno de ellos era de ajo negro y el otro con frutos rojos. Ricos. Nuestra comanda quedó así:

- Milhojas de foie: O no captaron bien la comanda o no tienen muy claro el concepto de una milhojas. Nos sirvieron cuatro porciones generosas de una mousse de foie (realmente rica) acompañadas de unas rebanadas de pan de centeno e higos y una confitura en el centro del plato. No dijimos nada porqué el plato resultaba apetecible a la vista. Ciertamente no estuvo mal.

- Tartar de salmó: Nueva malinterpretación del concepto. Entiendo por tartar un plato en el cual el producto principal se sirve crudo. No fue el caso. El plato se asemejaba mucho más a una ensalada confeccionada con daditos de tomate (muy sabrosos), cebolla morada, salmón ahumado y brotes de hierbabuena. ¿Rico? Sí, y muy refrescante, pero bastante diferente de lo que habíamos pedido y esperábamos.

- Chupachups de cochinillo: Tapa muy original. Los chupachups están montados con una especie de croqueta esférica y un palito de madera. Se sirven en el típico vaso de chupito y, en el fondo de éste, se ha dispuesto una cremita de curri verde tailandés realmente picante. Se moja el chupachups en la salsa y se toma de uno o dos bocados. Rico.

- Croquetas de rabo de toro: Buena ejecución y sabor. Forma y tamaño perfecto, textura correcta (no pueden fluir en exceso dado el ingrediente principal con las que se elaboran) e intensidad notable en ellas.

- Tataki de atún: Cortado en finísimas lonchas, estilo carpacho, previamente ha sido “rebozado” en semillas de sésamo y levemente marcado a la plancha. Nos lo sirvieron completamente frío. Supongo que es la costumbre de la casa. A mí, ciertamente, me gusta atemperado.

- Fondue de queso con pan de payés: Pequeño pan de hogaza cuya parte central ha sido vaciada y se ha rellenado con la crema de queso derretido. Se adereza con orégano y el resultado final es un sabor que se asemeja mucho al de una pizza de quesos. Estaba rico.

- Carrilladas de ternera: Plato que, si se cocina bien, siempre va a contar con la aprobación unánime de los comensales. En el caso que nos ocupa, lo estaba y, como consecuencia, no dejamos nada en el plato. La carne, extremadamente tierna, se acompaña con un puré de patatas y una salsita cuyo sabor nos recordó mucho al de la “sangre encebollada”, tapa muy tradicional en nuestra comarca.

- En el apartado de postres compartimos los tres que nos ofrecieron como caseros: Muerte por chocolate, Red velvet y un tercero cuyo nombre no recuerdo. Ambos tres son unas tartas tipo “pastelón” de aspecto algo rudo y texturas difíciles. A ello se une el tamaño descomunal de los cortes. Nos gustó en especial el segundo y a todos ellos hay que atribuirles el mérito de ser realmente caseros.

En el apartado del “bebercio” compartimos dos jarras de cerveza al inicio, una botella de Pruno y otra de El Niño. La carta de vinos ofrece referencias conocidas pero de un corte más moderno a actual de lo que se acostumbra. Precios correctos y servicio un pelín por encima de lo que se espera en establecimientos de este nivel: copas adecuadas, cambio de copas, dan el vino a catar… falló un poco la temperatura del mismo (un pelín elevada). Ojo con eso de cara al verano pues un vino tinto servido en Dénia a temperatura ambiente en los meses estivales puede asemejarse más a un café con leche que a lo que realmente corresponde.

Resumiendo. Comimos muy bien, hay que reconocerlo. Destacaría especialmente las ganas de hacerlo muy bien, las presentaciones muy cuidadas (algunas barrocas en exceso), lo cuantioso de las raciones (algunas se pasan, como los postres) y el servicio súper amable, atento y con ganas de intercambiar impresiones con el cliente. Volveremos, en un tiempo, pero seguro que volveremos.