Camino de Tarifa y con horario acorde para comer en Salobreña (merece salir un poco de la autovía), sin duda es una buena excusa para conocer el peñón que separa las dos playas de la población, incluso subirlo para verlas desde lo alto, y estirar las piernas por la playa. Aquí es más problema el aparcar en esta época que elx tener reserva.

Para comer hay dos locales: el Peñón que, por ya conocido y por hacer 2 horarios inflexibles no coincidentes con la hora de llegada, descartamos y nos alegramos porque las mesas estaban tan juntas como en los bistros de Paris). El otro es el que comentó ya hace tiempo, el ahora añorado (de sus comentarios), Eugenio que de Granada conoce casi todo y de vinos -sobre todo champagnes y jerezes-, conoce todo, pero todo todo; así que seguimos al explorador.

Es verano y está casi todo lleno, pero tenemos suerte y dentro de las muchas mesas en varias terrazas (cubiertas del sol) del exterior pero en el margen externo, a pie de la playa, permitiendo unas inmejorables vistas mientras comíamos.

No hay variaciones a lo comentado con anterioridad. Si funciona, para qué cambiar. En donde nos sentamos eran mesas amplias, cómodas, manteles individuales, buenas copas, vajilla, cubertería etc.. mejor de lo que hay en este tipo de locales. La cocina es de producto, sobre todo del mar, y sin complicaciones en el cocinado ni en las presentaciones; merece la pena dejar sitio al postre porque son de buen nivel, caseros y bien preparados. El servicio rápido y eficiente, amable y cercano sin excesos; una salida de platos de cocina sorprendentemente temprana para el volumen de clientes, con comedor lleno y casi todas las mesas dobladas.

Para beber, y yendo de camino, nos limitamos a un par de copas de sangría, muy bien presentadas y de buen tamaño, un par de jarras de medio litro de cerveza y una cerveza sin alcohol (conductor). Para comer y sin cargar, por aquello de acabar los 800 km sin hacer siesta:

. harina frita con torreznos: por cortesía de la casa, una amplia ración de harina frita (a modo de las clásicas migas) con torreznos troceados bien preparados. Más de lo habitual.

. espeto de sardinas x 2: recien hechas, por supuesto en cocina (lo de la barca es para la foto), 8 ejemplares de tamaño medio en perfecto punto de fuego y buen sabor. Muy recomendable.

. fritura de pescado: lo de Andalucía y la fritura es un escándalo y aquí no se quedan atrás; muy variado de pescado (destaco los salmonetes) y todo en perfecto punto de rebozado y sin aceite. Muy recomendable.

. tarta de piononos: viene a ser una tarta de crema pero como el dulce local d ela capital es el pionono, pues ya tenemos el título. Bien.

. flan de higo: bien presentado y acompañado de nata y helado. Para compartir, bien.

Un par de carajillos remataron la comida. Una pena ir de camino al sur que nos limitó la sobremesa que merecía el bienestar del que disfrutábamos. Un pequeño paseo para subir al peñón para hacer unas fotos y a la carretera de nuevo.

Último día del año y mañana estupenda con 20 graditos y mucho sol, apetece tomar algo en la playa y nos sentamos en la terraza de este popular chiringuito de Salobreña que está sobre la misma playa del Peñón y que es uno de los más apreciados por la clientela de la zona. Mesas de terraza de plástico y manteles de papel, como debe ser. En un día así no se puede estar más a gusto.

Cocina sin mayores complicaciones, frituras, pescados, arroces, todo fresco y en su punto. Nos dice el camarero los pescados del día que aquí preparan al horno o espetados y con muy buen precio, aunque preferimos un arrocito. Para ir abriendo boca nos traen una ración de langostinos al pil-pil (10€), ricos y abundantes, de buen tamaño. Poco después de terminarla aparece el arroz negro (23€), de ejecución impecable, buen fondo, grano suelto y un poco más duro, como nos gusta, generoso en trozos de calamar. Da para cuatro raciones y pico y ambos repetimos. No tomamos postre, más que nada porque por la noche había que cenar con la familia, pero creo que los caseros son muy ricos…

Para beber una carta sencillita pero por lo menos con varias opciones para elegir, algunos cavas, blancos gallegos y catalanes especialmente, algún vino de la zona como Calvente y alguna cosa más a buenos precios. Pedimos dos cervecitas para el aperitivo y media botella de Manzanilla La Guita (8,5€) con el arroz, que sentó de maravilla como no podía ser de otra manera. Copas más que correctas y servicio atento y amable.

Así pues, un típico chiringuito-restaurante playero lleno en verano y donde en invierno se está de maravilla por las suaves temperaturas de la zona donde se pueden comer pescados frescos y arroces muy buenos y sobre todo a precios ajustados, sin sorpresas, un poco menos de 50 euros los dos. Hay días que no hay que complicarse y siempre está bien tener a mano sitios como este.