Había acudido en diversas ocasiones a este restaurante. En aquellas ocasiones siempre había recibido un buen trato por parte del personal y unas hamburguesas más que dignas.

Sin embargo, esta vez fue todo lo contrario. Esta hamburguesería ha querido experimentar con cambios de menú y no podrían habernos decepcionado más.

El local es lo único que no había sufrido ningún cambio. Es un ambiente que invita a pensar que es un restaurante de calidad, con un diseño simple pero elegante y varias mesas de sentarse normales, y luego mesas altas para sentarse en taburetes elevados, con una barra al final del restaurante para tomar copas y una especie de barra americana que atraviesa medio restaurante.

Empezamos pidiendo unas bravas (con la salsa aparte) y un gin tonic para relajarnos el viernes por la noche después de una semana de trabajo.
El gin tonic lo trajeron ya serivo, por lo que ignoro si realmente pusieron lo que les pedí, o alguno otro que tuvieran a mano.
Las patatas bravas eran congeladas, refritas y sosas. Lo único decente fue la salsa brava que las acompañaba (y posibilitaba su ingesta).

Ambos nos pedimos la hamburguesa NEW YORK - Queso cheddar, cebolla frita, panceta y barbacoa Filburg - clarificando que la mía la trajeran sin queso.
En ningún momento nadie nos preguntó cómo nos gustaba la hamburguesa, cruda, al punto o bien hecha.
Cuando nos las trajeron, la mía estaba al punto, mientras que la de mi acompañante estaba tan cruda, que se veía antes de morderla siquiera. El borde completamente rosado del exterior de la carne era indicio suficiente que le faltaba bastante tiempo para siquiera estar al punto.
Obviamente tuvimos que devolverla a cocina.

El pan de las hamburguesas estaba blandengue, pasado por una tostadora durante un segundo para intentar disimular que la calidad era igual o peor al pan bimbo que puedes comprar en cualquier supermercado.
La panceta era blanda y sosa y a todo el conjunto le faltaba sabor y especies en general.

Por último, el metre, un hombre en camiseta de manga corta y tatuajes en los brazos, nos hablaba de "chicos", aunque ya estemos en los treinta y, cuando le di mi opinión, después de haber pagado, primero ni escuchaba (dándome la razón que la calidad había empeorado) y cuando finalmente se dio cuenta de lo que estaba diciendo, simplemente se dedicó a llevarme la contraria, en lugar de aceptar la crítica y agradecer que le indique, como cliente más o menos habitual que había sido, el cambio que ha sufrido este sitio.

El precio final fue de 30€ para dos hamburguesas, unas bravas, un agua y un gin-tonic. Precio que, para unas hamburguesas dignas únicamente de un McDonalds, me parece injustificado.

Después de esta experienca, no recomiendo este restaurante a nadie y ciertamente no pensamos volver.