Ha perdido algo, pero sigue siendo interesante

Dos años después, nueva visita a este templo del tapeo jerezano, esta vez no nos quedamos en la terraza (por el tremendo calor) sino que subimos a su comedor de arriba, cómodo, con buenas vistas y perfectamente climatizado.

En esta ocasión nos decidimos de su extensa carta de tapas y raciones por unas gambas blancas frescas y ricas, un bienmesabe como mandan los cánones, unas alcachofas sabrosas (pero muy lejanas a las de La Carboná) y el arroz del día, un contundente caldoso de conejo. Refrescantes helados caseros en el postre. Todo correcto, bien presentado y de buena calidad, aunque con "algo menos" en todo que hace dos años. También echamos en falta la carta de tapas de diseño que tanto nos gustó en anteriores visitas.

La carta de vinos tampoco me preocupa mucha en este local, sé que tienen los vinos de la antigua Domecq y con eso me basta y sobra. Pedimos el siempre regular y fantástico Fino La Ina y más felices que unas castañuelas. Copas de buena calidad y servicio sin pegas, que hace correctamente su trabajo.

Nos ha parecido que este local ha perdido algo de calidad en general con respecto al que conocimos en nuestro anterior Vinoble, pero lo cierto es que sigue en su onda de auténtico templo del tapeo jerezano. Lástima del calor, porque su terraza es del las que apetecen, pero bueno, arriba tampoco se está mal. Unos 20-25 euros sin vino, nada caro para lo que recibimos.

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