Nunca defrauda

La familia Travé nunca defrauda. Y digo la familia porque lo es, padres, hermanos, mujeres, maridos.... todos trabajan en este restaurante.

Trato amabilísimo de todos, siempre con la sonrisa en la boca, ni un grito, ni una mala palabra. Te hacen sentir como en tu casa.

El restaurante decorado con instrumentos musicales y herramientas de campo antiguas. Mesas no muy separadas pero con una buena acústica con el techo de virutas de madera. Limpieza impecable.

Para comer, carta no muy extensa, con muy poca variación, pero de una calidad extraordinaria tanto en la materia prima como en su elaboración. Destaca al fondo la chimenea en la que hacen la mayoría de comidas a la brasa. Sus "caragols a la llauna" con allioli, verduras de cosecha propia, conejo, magret de pato (impresionante), embutidos, chuletas, todo en su punto de cocción. Y para mí, el plato estrella es el "bacalao a la brasa con tomates". Me muero de gusto cada vez que lo tomo. Y me mojo una barra de pan (hecho también por ellos) con el "suquet" que deja el tomate, el aceite y los jugos del bacalao. A mi mujer le encantan la patatas con foie, trufa y huevos de corral, siempre se lo pide para comer en vez de como entrante.

Para beber: ufffff, deja bastante que desear. Solo tienen vinos y cavas de elaboración propia. El cava no lo valoro por no haberlo probado, pero el vino, para mi gusto no está a la altura de la comida. No tienen variedad (solo tres tintos y un blanco) y a mi no me termina de apañar, preferiría una carta mas extensa y que cada cual eligiera el que le apeteciera. Si quires vino tiene que ser el Sans Travé, no hay más.

Postres: hay que probarlos todos, en especial el milhojas con crema de la abuela, ummmmm.

En resumen, un fijo cada vez que viajo a Andorra. Imprescindible reservar fines de semana y puentes.