Oscar Manresa conocido y polifacético empresario del sector de la restauración tiene como socio a su hermano en dos restaurantes antagónicos Cal Pinxo y La Torre d'alta mar situados en los extremos opuestos del barrio de la Barceloneta.
La Torre d'alta mar está situado a unos setenta metros de altura, en la parte superior de la torre de Sant Sebastià del turístico teleférico que une la Barceloneta con la montaña de Montjuic, se accede por un ascensor acristalado desde el que se percibe la altura que va cogiendo a medida que la playa va desapareciendo debajo de nuestros pies. Un recepcionista a pié de ascensor una vez chequeada la reserva comunica con la sala para que el cliente sea recibido por el jefe de la misma cuando el mismo llega a su destino. La sala con grandes cristaleras con una vista espectacular de 360º sobre Barcelona el mar y el puerto y las montañas de Montjuic y el Tibidabo, grandes cortinajes permiten separar zonas de la sala a modo de reservados. Las mesas bien vestidas, moderna piezas de loza distintas en cada pase, originales también los cubiertos y cristalería aceptable.
Eramos tres comensales y nos ubicaron en una amplia mesa redonda, pedimos el menú gourmet conformado por 9 pases incluyendo pan, bebidas y café. La cocina está comandada por los chefs Albert Dolcet y Joan Martinez que elaboran una cocina de autor con platos con una estética visual perfecta pero para mí particularmente de sabores muy planos.
-Cherry, trampantojo de un tomate de esta variedad que resultó ser un bombón de foie, tomate y tierra de berenjena. El foie resultó totalmente insípido.
-Gazpacho presentado el plato con las verduras, frutas y hortalizas y el líquido vertido de una jarra individual en el mismo, gazpacho que incluía fresas y de textura cremosa. Bueno
-Vieiras con ajo negro, rábano japonés, nabo negro y galleta de tinta de calamar. Me dejó indiferente.
-Morcilla de buey Wagyu con arroz , huevo cocido a 60º, acompañado por unas habas de origen japonés y regado con un caldo de estilo nipón. Buen plato, me sobró el caldo.
-Cangrejo soft shell en tempura, cangrejo que se come con su propia cáscara, muy blanda puesto que es la que el propio crustáceo acaba de mudar con kimchi y huevas de bacalao. Otro plato que me resultó indiferente.
-Salmonete a la plancha acompañado por diversas variedades de algas, crestas, erizo y codium. Buen producto y buen punto de cocción.
-Solomillo de vaca vieja a la brasa con tuétano, nira y lichy. Muy buena carne y acertados los tres puntos de cocción solicitados.
Continuamos con los postres
-Zanahoria, cuatro texturas distintas de esta hortaliza, mini zanahoria cruda, sorbete, aire y esponja. Nada destacable
-Huevo de corral, puesta en escena del camarero con un cesto de mimbre con paja en el fondo y tres huevos, cada comensal debe coger el suyo, nuevo trampantojo huevo de chocolate blanco que al romperlo surge la yema que es mango y la clara una especie de un espeso e insípido jarabe de limón, buen espectáculo sin más que añadir.
Tres tipos distintos de buen pan del que repetimos en varias ocasiones.
Para acompañar el menú optamos por cava que nos fue servido a discreción y sin limitación alguna que fué el Torello brut y para el plato de carne optamos por una copa de tinto, nos sirvieron uno de la D.O. Rioja, Vega Vella crianza y una botella de agua
Tomamos y repetimos de buen café, corto e intenso.
Servicio joven, profesional y agradable. Presentación y comentario de cada uno de los platos que llegaban a la mesa, no recuerdo el nombre del jefe de sala, tanto él como el camarero que nos atendió se han formado en la Escuela Universitaria de Hoteleria y Turismo de Sant Pol de Mar.
En resumen un local con unas vistas espectaculares que es lo único que justifica el precio del menú, con platos de una gran belleza visual y que yo sólo recomendaría si se quiere sorprender a algún turista que visita Barcelona.