Hollandse specialiteiten en entorno clásico.

Durante nuestra estancia en Ámsterdam queríamos un día cenar en un buen restaurante de cocina holandesa, y ésta fue la elección, Restaurant Greetje.

Resulta curioso que cuando te pones a buscar un restaurante holandés, nunca lo encuentras en sentido estricto. Siempre son del pelo de “cocina holandesa y belga” o “especialidades holandesas y francesas”… En este caso se publicitan como hollandse specialiteiten en grande, pero en pequeñito añaden lo de franse… Bien, nosotros atacaremos a lo dutch.

Se encuentra en una zona céntrica, en Peperstraat, en un edificio monumental del que ocupa dos plantas. Clásico, clásico, con suelo de vieja tarima, sillones tapizados, mesas de madera oscura, altos zócalos de cuarterones de madera y el resto de la pared empapelado con escenas campestres. Cómo no, grandes cristaleras sin cortinas ni protección visual alguna, aunque como el restaurante es en dos niveles y el comedor está algo elevado, te escapas de miradas furtivas. Tiene encanto.

La carta efectivamente está repleta de especialidades dutch, y en ella destacaban, destacaban mucho, esta opción:

”ALTAMENTE RECOMENDABLE: Menú de 3 platos Greetje Deluxe min. 2 personas 49 p.p.”

Vale, vale, si se ponen así… Pues venga, para allá que fuimos. Pedimos cada uno un principales diferente de los que ofrecía elegir el citado menú y los compartimos para hacer más extensa la degus.

• El Gran comienzo de Greetje: Una presentación tentadora y apetitosa de todos nuestros entrantes a la carta
• Lomo de bacalao del Mar del Norte al horno con una costra de setas de castaño, puré de calabaza y patatas, perifollo y salsa de vino blanco
• Faisán asado con puré de patatas y chucrut confitado, granjera y salsa de hígado de pato
• El Gran Final de Greetje: Una degustación de todos nuestros deliciosos postres dulces holandeses

Nos sentaron en la peor mesa, de largo, del restaurante, en una parte de la sala que se estrechaba casi a modo de pasillo y en la que a la derecha tenían los camareros su lugar de servicio y a la izquierda nuestra citada mesa. Esa mesa no se debe “vender”, debe quedarse vacía. Esas ansias… El caso es que fue un mareo constante por el trasiego que soportamos de camareros rozándonos cada vez que circulaban o dándonos la espalda -más bien donde ésta pierde su casto nombre- cuando estaban operando en su office. En fin.

La cocina no nos dijo nada, ni en cuanto a sabor ni en cuanto a puesta en escena. El “gran comienzo” y el “gran final” los presentan de idéntico y repetitivo modo: con unan aparatoso artilugio de forja en dos alturas con un plato-fuente en cada una de ellas repleto de cositas: el aperitivo de saladitos y el postre de dulcecitos.

Alguno de los aperitivos tenía cierta gracia, pero el lomo de bacalao estaba seco como la mojama, y el faisán bastante sosete.

Lo mejor fue algo que no pedimos pero que gorroneamos de otro comensal que no optó por el degus: Surtido de quesos holandeses con pan pumpernickle, ciruelas pasas y sirope de manzana.

La carta de vinos era muy interesante, muchas referencias, muy subidas de precio. Comenzamos con unas copitas de un correcto blanco italiano, Bozen Weissburgunder-Pinot bianco 2014, que dejaron paso a un discreto Côtes du Rhône, Domaine de la Serrière 2013.

El servicio anduvo absolutamente despistado. Iba sobrado de efectivos, pero carente de efectividad. Cuando no nos faltaba el vino, nos faltaba el pan, cuando no, teníamos los platos servidos pero no los cubiertos…

Me da la impresión de que han cambiado de gestores o ese día había algún problema, porque es un lugar muy recomendado, estaba lleno, cobran caro… y todo eso no es posible si no se come y se sirve bien, pues en Ámsterdam hay mucha oferta.