Porque el nombre al menos ya lo tiene, espliego en castellano, y además se come decentemente. Le sobra alguna mesa como para obtener un mayor orden, equiparlas mejor y algún retoque estético en las paredes.
Se encuentra ubicado en la zona baja, antes de donde empieza la parte cuidada y restaurada de este espectacular pueblo. Esta es la segunda visita a Vilafamés y habrán más, puesto que en la lista "restaurantil" hay apuntados algunos de la zona.
Ofrecen un menú los fines de semana por 20 €. con tres entrantes, principal y postre. Los platos son cantados, no tienen carta y mira por donde sale otra cosa para sumar a lo anterior. Sí de vinos, la cual sería suficiente, aún siendo corta, si no fuera por la ausencia de unas cuantas referencias.
Elegimos El Perro Verde 2014, a muy buen precio, por cierto, 14,50 €. Trajeron cubitera y unas copas que, aunque con rebaba, desde luego mejores que las de la mesa permitiendo así su disfrute. El resto de bebidas fueron una cerveza, dos refrescos y una botella de agua de litro.
Como los entrantes del susodicho menú no eran del agrado de mis hijos, pedimos fuera de él coincidiendo en el mismo número. No tengo ni idea si al final nos lo cerró como tal o que sale parecido de precio.
Nos traen como inicio pan tostado con alioli casero y tomate restregado. Ojo, restregado de verdad, no rallado. Esto no fue pedido, lo ponen si o si y no lo cobran.
Al centro; pulpo a la gallega, bravas y chipirones rebozados.
Buenos todos. El plato de pulpo servido sobre patata cocida con un reparto nada equitativo, faltaban trozos de pulpo. Lo único que separado de la cuenta me pareció subido (14 €.). Pese a esto, las raciones como tal son generosas.
Cada uno pidió un principal distinto, pero centrándome en el mío, un tombet de cordero, he de decir que estaba trabajado y con gusto a buen estofado. Había una cosa que le sobraba a mi parecer, y esto era el exceso de canela en rama. Siempre he dicho que no hay nada que pueda con el cordero, ni siquiera el escabeche, pero aquí casi lo consigue. Ese toque en un trocito formando parte de un menú largo en un restaurante de cierto nivel, bien, pero cuando la cantidad es copiosa, pues terminas acusándolo.
Los postres todos de elaboración propia. Comí una cuajada acertadamente presentada en cuanto a que la miel y las nueces iban separadas para si se quiere o no poner. Demasiado suave y algo apelmazada de más, por lo que recurrí a esos acompañantes.
Un café con leche y un cortado para los mayores. Se nos ofreció un orujo de hierbas que yo sí acepté.
A bajarla cuesta arriba.
A mí también me parece bien el detalle de dejar la añadidura a gusto del cliente respecto, al tema de la cuajada.
Respecto a los postres y añadidura, creo que hay que lanzar en mi modesto criterio una campaña contra la dichosa manía de añadir nata industrial a los postres, se creen que qué hacen una gracia. Sin ir más allá ayer me volvió a ocurrir.
Saludos
Está muy bien restaurado y tiene unos rincones preciosos. Lo mejor es callejear.
¿Y a que no sabe usted de quién me acordé en ese momento? Claro que se nota, gran jefe, yo siempre lo tuve claro.
¡Joder con lo de la nata! Siempre que me acuerdo salgo al paso por si acaso. No la soporto.
Un saludo.
Coincidimos entonces. Fíjate, a ese cordero le hubiera quitado parte de canela para ponerle curry. Con menta es que no lo he probado.
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