La cena del último día de la reunión anual de amigos de Nieves que se celebra siempre con ocasión del cumpleaños de ésta, solemos hacerla en “La Pollería”. Así es como le llaman en Zestoa a este lugar (de hecho yo, después de tantos años, me acabo de enterar de que se llama Merendero Bekoetxe, al ir a colgar esta ficha).
Se encuentra a las afueras del el barrio de Iraeta, como a 2 km de Zestoa.
Se llaman “merendero” y le llaman “pollería”. Y nadie miente, pues se trata de un gran merendero en el que sirven, entre otras cosas, pollos asados.
Un lugar en el que manda la sencillez y la austeridad, tanto en sus instalaciones (mesas y bancos corridos de madera, en el interior, tipo nave, o en el exterior, rural) como en su oferta gastronómica: ensaladas, fritos, pimientos, patatas, tortillas, pollos asados.
Ambiente popular, festivo.
¿He dicho antes “sirven”? Pues me he equivocado. Aquí no sirven nada. Tienes que ir buscarlo a la barra-cocina, y llevártelo tú mismo a la mesa. Mesa que has elegido previamente, que has limpiado tú con la bayeta, a la que has llevado tú los cubiertos y las servilletas de papel… Año a año me lo paso pipa viendo cómo el exceso de ganas de muchos miembros del grupo nos conduce al caos más absoluto. Todos quieren juntar las mesas, todos quieren contar cuántos somos (sin llegar a ningún acuerdo, nos cuentan y recuentan y una vez salen 25, otra 26, otra 19…), todos quieren llevar los cubiertos, todos limpiar con la bayeta, traer las sillas, mandar en cómo disponer las mesas, que si en una fila, que si en dos… todos quieren pedir (--“¡Oye, unas ensaladas y unos pollos y punto!”, ---“¡No, pide también croquetas y patatas fritas, que haremos corto!”, --“¡Pedimos mejor unas tortillas, que son muy ricas!”) Y no sé cómo demonios, tras ese caos y alguna cara seria, todo encaja, se alinean todos los planetas y acabamos todos tan contentos, bien sentados, y con la cena consensuada y justa. Creo que contribuye mucho la velocidad con la que corre la sidra y el riojita… ;-)
Es sorprendente lo rico que está todo, de verdad. El pollo, las patatas fritas, los pimientos, las croquetas, la ensalada… Lo que pidas. Es que aquí todo está delicioso. Es esa naturalidad, ese encanto de la sencillez bien tratada, esa sensación de “pueblo”.
Siempre salimos diciendo lo mismo. “Oye, pero qué bien se cena en La Pollería… y qué barato”.