Muchísimas expectativas tenía en este establecimiento y la verdad, nos dejó fríos. Aunque no esté ubicado exactamente en Puerto Chico, tanto Mila como un servidor en Santander lo tenemos claro. Cañadio y La Cigaleña.
Llegamos antes de la hora, con un hambre a cuenta del cambio de hora descomunal. Antes habíamos tomado algo en la zona de Puerto Chico. A nuestra llegada, local vacío ( casi las 14:00), pero luego registraría un lleno casi completo.
Están en jornadas de setas, pero nosotros decidimos carta y compartimos lo siguiente.
Comenzó la comida con un aperitivo, una crema y una cucharada de queso con aceituna negra. Nada mal de sabor.
El primer entrante a compartir era una ensalada de tomate con queso. Las medias raciones emplatadas por comensal. El tomate bueno, el queso no decía nada. Lo acompañaba una cebolla roja muy potente y aguacate.
Como segundo entrante elegimos zamburiñas. Si este plato llega a salir caliente hubiese ganado mil puntos. Normalito.
Habíamos pedido pulpo, pero nos dijeron que estábamos sobrepasando los limites gástricos...
De segundos. Mila eligió pato en salsa de toffe. Tenía buena pinta la verdad. Por mi parte, mazote a la plancha. Sin piel pero con alguna espina, pasó sin pena ni gloria.
Como postre, elegí tocino de cielo con dos yogures. Nada me dijo realmente. Mila por su parte flan de queso con crema, probé un poco y normalillo.
Finiquitamos la comida con dos cafés.
Bebimos un champagne que pasó sin pena ni gloria. No me preguntéis el nombre, algo así como borchard.... Ya sabéis que soy nulo para recordar estas cosas.
Total, algo más de 120€. ¿Volveremos? Lo siento, lo dudamos.
Trato más que correcto. A lo mejor hay demasiadas mesas en la planta superior y por ello la sensación de ruido (techos muy bajos). Creo que había un veremero en la sala....