Me alegro de venir “detrás” y no delante de mis compis de aventuras gastronómicas. Está bien que uno tenga un poquito el trabajo hecho.
Me ha gustado el local y desde luego que me ha costado unos cuantos intentos hasta que por fin he conseguido mesa. Es lo que tienen las modas. Primero echo un vistazo a su carta de vinos yme decanto por un vino que no había probado nunca. Concretamente un Auzells 2013. Un blanco parcialmente envejecido en barrica durante tres meses. Variedades: Macabeu, Sauvigon blanc, Chardonnay, Riesling y Albariño.
La bodega,Tomàs Cusiné se encuentra en el pueblo de El Vilosell, en el extremo sur de la denominación de origen Costers del Segre, dentro de la subzona de Les Garrigues, en la provincia de Lleida.
Lo ofertan como afrutado pero a mi no me lo ha parecido en exceso, pesa más la madera y en mi caso eso es un punto a su favor. Me ha gustado pero no me ha enamorado. Además su temperatura era demasiado baja para mi gusto y creo que no he podido disfrutar de él en su justa medida. Si lo vuelvo a encontrar espero que sea algo más “maduro”, seguro que me gusta más. Buenas copas y servicio que se limita a dar a probar y acercarte el recipiente para mantenerle fresco del que no hemos hecho uso.
Ya he dicho que el local es bonito, reparto entre sofás y sillas, paredes de piedra, colores variados, muchas botellas por aquí y por allí. Las mesas con un pequeño mantel que recuerda más a algunas prendas femeninas. Las mesas de dos son un poco pequeñas, cuando tienes todo en ellas, resulta un tanto incómodo andar moviendo de sitio el pan o el vino. Y aunque no llegan a estar pegadas, la separación entre ellas no es la que me gustaría. Si mantienes el tono de voz está bien pero como hables un poco alto…..
Nos encontramos con una bolsa de papel donde tenemos unas cuantas variedades de pan. Eso me gusta. Pan blanco, pan con cereales, pan crujiente…. Ricos todos.
La carta es amplia pero hoy hemos venido a probar unas cuantas cosas y la compañía me lo permite, Marijo es una todoterreno y no le hace ascos a nada.
Comenzamos con el tarro de polvo de foie con manzana asada, Pedro Ximenez y kikos. Bonita presentación en un tarro de cristal. Por cierto, los cubiertos son muy originales y te los cambian cada ciertos platos para que tengas los necesarios.
En este caso recomiendan meter la cucharilla hasta el fondo para poder disfrutar de los sabores en su conjunto. El peso lo lleva el maíz. El foie destaca pero por su ausencia. No lo encuentras. Hay toque dulce de algo como mermelada, hay un frescor de helado y repito, hay mucho sabor a los kikos. Rico pero creo que necesita más presencia del foie.
Continuamos con el tataki de atún, salsa de soja y sésamo. Cinco lonchas cortadas de atún en su punto. Me gusta así, tal cual. La salsa de soja es un tanto diferente, algo más trabajada y realmente está apetecible. Acompaña al plato el ya más que maneado wasabi que afortunadamente he aprendido a utilizar debidamente. Una pequeñísima cantidad a la soja, un par de vueltas y le da un toque picante. No termina de gustarme a mi este tipo de picante, es exagerado. De nuevo bien pero sin emocionar.
Carpaccio de lengua, trufa y nuez. Era tentador el nombre del plato. Hace tiempo que no comía lengua, tampoco es que la necesite, me sirvo yo solito y nada mal, por cierto. La carne no dice demasiado. Sabor no tiene, la salsa le da el toque necesario para disfrutarlo un poco más. Trozos de trufa hay aunque no tiene para nada ese aroma tan característico de este manjar. Un plato que no repetiría.
Aparece ahora uno de los platos que más nos han gustado esta noche. El tartar de solomillo con helado de mostaza y wasabi. Eso sí, el helado tiene la marca wasabi, sin duda. Picante, fuerte. El tartar está para comerlo sin necesidad de mezclas. Adorna el plato todo ello pero preferiría comerlo sin más. Está rico.
Las croquetas de calamar, de tamaño XL rematan la primera parte de nuestra cena. Están bien crujientes por fuera y saben a calamar, pero en su interior no hay “tropiezos”. Hubiese preferido encontrarme alguna “pata” o algún trozo de pescado. Están muy ricas, todo hay que decirlo, un pelín frías pero sabrosas.
De postre yo me pido una pequeña tabla de dos quesos con unos picos de pan y mermelada de ciruela. No he preguntado pero creo que ambos eran Idiazabal. Uno más curado que el otro y curiosamente me ha convencido más el menos viejo.
Mi compi se pide una torrija con helado de vainilla. El color de la misma ya nos dice que el huevo utilizado es de calidad. Está golosa pero necesita un poco más de jugosidad. Creo que estamos acostumbrados a degustarla de modos distintos y además de calidades que hacen que nos hagamos un tanto exigentes. Con el helado me ha pasado lo mismo. Ultimamente estoy comiéndolos de semejante calidad que me cuesta no hacer comparaciones y sabemos que generalmente las comparaciones……
Un cafecito correcto e invitación a unas copas de cava. En fin, sin grandes emociones gastronómicas pero en su conjunto creo que la visita merece la pena. Recalco aquí que el servicio es atento y muy agradable. Así que, sin que sirva de precedente, coincido plenamente con Oscar en las notas adjudicadas.
Para ver las fotos: http://gastiondo.blogspot.com.es/2015/02/bilbao-berria-la-cuarta-la-vencida.html