La pequeña muerte

Tengo algún amigo que asegura, que su experiencia erótico sensual más gratificante y duradera es una buena comida acompañada de los comensales propicios y el vino adecuado. Que algunas comidas prolongan el placer hasta el éxtasis, casi místico para los creyentes. Incluso aseguran los infieles, que nada comparable con una buena comida dilatada en el tiempo con buena compañía y los licores adecuados (Grimod de la Reynière estaría de acuerdo, si como sus coetáneos afirmaban, suplía con exce-l-sos gastronómicos su falta de lujuria).
Algo así aconteció en tal día como jueves día de santa gisela, hospicio, paterno y torcuato, nada propicios seguramente a la gula en su dimensión más prosaica.
Mesa para cuatro, faunos y ninfas, pedimos dos copas de vino blanco de aperitivo (resultó ser Naia, estupendo, no había más y no pudimos repetir para la comida, pero sin demérito alguno para el resto de los caldos posteriores) y un vermut.
Aposentados junto al enorme e historiado espejo, imposible embustero, comienza el desfile:
Para comenzar, hemos pedido un elegante y cumplidor pero poco destacable Do Ferreiro, al menos para mis recuerdos.

- Ensalada de ventresca con piparras y tomate, suave y delicado para empezar.
- Buñuelos de bacalao con txapela de alioli y germinados: en su interior juogosa mezcla de bacalao, patata y pimentón, sabroso y tradicional.
- Canutillo de pasta brick de rabo de toro y rúcula, si bien en su concepción es muy afortunado, en el resultado baja peligrosamente la libido.

Pero era un amago, un tiento, llega el EXCELSO RODABALLO, uno de los mejores que he probado a la brasa en muchos años, que el camarero atento nos desespina y sirve en los platos; un rodaballo entero cortesía del chef(en el menú ejecutivo 32€, nos tocaría la mitad del susodicho, y más habiendo expresado nuestra querencia por probar la carne), que en cada bocado nos acerca al éxtasis y se prolonga acompañado de un extraordinario vino que hace que el infinito parezca más cercano.
Sin Rumbo (seguramente una premonición), extraordinario verdejo de cepas viejas y vendimía tardía que acompaña al pescado y la carne con naturalidad pasmosa.
Cuando estamos cercanos al enésimo paroxismo, y sin darnos tiempo a reaccionar llega la carne: una chuleta ya fileteada con un rojo libidinoso, tierno y jugoso que volvió a elevarnos a registros inusitados (aunque la melosidad gelatinosa del rodaballo es difícilmente igualable), y evocar chuletas en condiciones geográficas variadas (Proust estaría contento y agradecido),la carne se deshacía en nuestros paladares, y el público rendido se deshacía en vítores.
No va más.
El postre, dulce y anecdótico a estas alturas, era un digno colofón.
El café y el excelente Talisker ahumado, también, lástima que la terraza sea tan exigua, sobre todo en verano, para poder prolongar en el recuerdo compartido tantos placeres.
Es verdad que la felicidad tiene un precio, pero en este caso, es bastante menor que el placer acontecido.


PD: Me da la impresión de que los aperitivos son la excusa de los impresionantes platos principales, cuando aquellos, seguramente podrían ser por sí mismos excelentes obras de artesanía que se harían imprescindibles en la antesala.

  1. #1

    JaviValencia

    Ayer precisamente estuve charlando con su chef y propietario Pablo Chirivella y lo vi muy contento. Las cosas están marchando muy bien y le dije que no dejara de pisar el acelerador. Ya está dando que hablar desde hace tiempo. Sin duda que se merece todo tipo de halagos.

    Un cordial saludo

    Javi

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