Grata sorpresa fué el resultado de entrar casualmente en este restaurante del que no teníamos ninguna referencia.
Local con decoración impersonal, mesas con la separación adecuada y vestidas con camino de mesa, cubertería y cristalería adecuados.
Nos atiende ocasionalmente la esposa del propietario y cocinero por tener de baja a la camarera, con una atención exquisita a pesar de no ser profesional de la hostelería.
Iniciamos la comida con un aperitivo consistente en unas aceitunas arbequinas y unos excelentes buñuelos de bacalao caseros cortesía de José el cocinero/propietario.
Como primeros compartimos unas anchoas de Santoña perfectamente preparadas con un toque de pimienta y unas gotas de balsámico de Módena y unas sepionetas de la primera tria en la barca salteadas simplemente con un poco de ajo y el sabor de su propia tinta.
Seguimos con un risotto de parmesano y arándanos, en su punto, ración generosa y con buena cantidad de parmesano, curioso el contraste del parmesano y los arándanos. A destacar que nos sacaron de la cocina un precioso lomo de atún y una lubina de 5 kg recién llegadas de su proveedor,
me decanté por un tataki de atún simplemente marcado en la plancha y aliñado con un buen aceite.
De postre un refrescante helado de gintonic, eso, simplemente refrescante.
Bebimos un vino de la D.O Penedés Clot de les Soleres, monovarietal Macabeu cosecha 2012
Dos cafés.
A destacar que al final de la comida salió el cheff para interesarse por si todo había sido de nuestro agrado.
Buen descubrimiento y queda anotado para nuevas visitas.