Con las cosas del comer uno es animal de costumbres y con querencias que a veces hacen que te pierdas cosas por ir sobre seguro. Los traspiés que sufres a lo largo de los años hacen que cuando aciertas con un local lo conviertas muchas veces en fijo de tus andanzas gastronómicas. Pero si hay un terreno especialmente abonado para meter la pata ese es sin duda el que engloba a los restaurantes de carretera, en los que la morralla abunda y la calidad escasea. Aquí el tener una serie de sitios donde parar tiene mayor valor dado la rareza de establecimientos que merezcan la pena. En la ruta que baja a Cádiz por la Vía de la Plata tenemos dos puntos fijos de parada: uno a la ida para desayunar y otro a la vuelta para comer. Este último se ubica en la localidad jamonera de Monesterio, donde desde hace años paramos siempre a comer y en esta ocasión no podía ser de otra manera. El caso es que cuando entrábamos al pueblo me llamó la atención una gran cartel donde ponía “Restaurante El Rinconcillo. Cocina de la Dehesa”, junto a varias fotos de platos con muy buena pinta. Tras aparcar para ir al sitio de siempre descubrimos que el restaurante anunciado se encontraba, casualmente, al lado del nuestro. Nos miramos y decimos “¿qué, nos arriesgamos?”, y cuando nos queremos dar cuenta estamos sentados en El Rinconcillo poniéndole los cuernos al local de siempre.
El establecimiento es amplio, funcional y hasta cierto punto elegante, con buena separación entre mesas y atendido por personal que derrocha amabilidad. Nos entregan dos cartas, una para comer a base de raciones y otras más formal con algunos platos más elaborados. Cogemos un poco de ambas propuestas, que compartimos entre dos personas:
- Jamón ibérico de bellota (17€): una ración de jamón cortado a cuchillo que es pura delicia. Estando en este pueblo es obligatorio comer este producto, que alcanza aquí una de sus más altas cotas de calidad.
- Hamburguesa de cerdo ibérico (5,50€): ganadora de un reciente certamen gastronómico local, se trata de una hamburguesa elaborada con carne de cerdo ibérico de bellota y que lleva como acompañantes torta de queso de La Serena y cebolla confitada. Riquísima preparación, que es además todo un guiño a los productos locales.
- Presa ibérica a la parrilla (12€): cuando uno ya está aburrido de este producto del cerdo, que en los últimos años ha inundado las cartas de los restaurantes de medio país, descubre de golpe que lo que ha comido hasta la fecha carecía de calidad. ¡Qué cosa más rica! nos decimos en cuanto lo probamos. Sin miedo a equivocarme, una de las mejores carnes que he probado últimamente. Se presenta bien doradita por fuera y poco hecha por dentro, siendo pura mantequilla y con un sabor que en nada recuerda al de otras presas ibéricas. La carne lleva como acompañante unas patatas panaderas realmente buenas.
- Tarta de piñones y almendra (4,5€): lo más flojo de la comida y aún así superaba con creces el aprobado.
La carta de vinos es cortita, pero los precios son buenos y las copas correctas. Como no era cuestión de meterse una botella teniendo todavía tantos kilómetros por delante, nos decidimos por un par de copas de manzanilla (1,5€) y otras dos de un tinto local (2€) cuyos nombres no recuerdo.
Rematamos la comida con un par de cafés solos, quedándonos con una excelente impresión de este nuevo descubrimiento, que a partir de ahora, como animal de costumbres que soy, formará parte de los fijos en las bajadas a Cádiz.