Restaurante Montal en Zaragoza
Restaurante Montal
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:

Añadir tipo de cocina

Vino por copas:
No
Precio desde:
57,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
63 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
8.2
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
8.1
Comida COMIDA
7.8
Precio medio entorno ENTORNO
9.3
RCP CALIDAD-PRECIO
8.0
Tintos y Moscatel Lustau Las Cruces
Tondonia Blanco GR
Champagnes Cuvée Prestige del 96
Tarta centenaria Montal
Paletilla de ternasco deshuesada
Tarta de manzana con queso de cabra y foie
Opiniones de Montal
OPINIONES
4

Conocimos este precioso edificio histórico hace 5 años, en un homenaje a Baco con vinos riojanos de la mítica cosecha del 64, de la que se cumplía entonces el cincuentenario. Esta vez, nos hemos dado otro festín con el menú Centenario (50€) de esta casa, cuya singularidad ya describió en su momento y con todo lujo de detalles el amigo Joaquín. Simplemente añadir como dato de interés que el restaurante no trabaja con carta, sino con menús cerrados. En nuestro caso, y dada la cantidad de botellas a descorchar, se añadieron a dicho menú los aperitivos del menú Montal (+9€), que habitualmente se ofrecen en la bodega del local.

Nuestro anfitrión maño se encargó de pactar el precio que figura por comensal, dada la complejidad de dar servicio a una mesa de 10 comensales en la que finalmente se desplegaron 16 copas por persona. El sumiller de la casa, siguiendo las instrucciones de nuestro mecenas Diego, se encargó de mantener a Tª correcta, descorchar, decantar y servir botellas de enorme nivel, al alcance de pocos afortunados. El chaval aprobó el examen con nota y con simpatía. Coperío correcto (C&S) con margen de mejora, aunque es comprensible no disponer de 150 copas excelentes para una sola mesa en un restaurante de estas características. Precioso reservado, con mantelería, vajilla y cubertería de buen nivel.

Respecto a la comida, mejoró mis impresiones sobre la anterior visita de hace un lustro. No es fácil dar una valoración objetiva de la misma, pues toda nuestra atención estaba centrada en los titanes vinícolas que teníamos delante (de hecho, no fotografié dos de los aperitivos), pero trataremos de describir lo comido:

- Virutas de jamón de Jabugo: Buen jamón presentado a su Tª con la grasa exudada, acompañado por unas sencillas tostas de tumaca. Mejor el jamón que el pan.

+ Servidas con Dom Ruinart BdB y Dom Pérignon. Ambos con una nariz mineral aunque Ruinart más austero y Pérignon más barroco. En boca Ruinart más cítrico y largo, Pérignon más abocado y ancho, aguantó mejor en copa el segundo.

- Delicias de alcachofa: No soy muy fan de la verdura, pero su corazón venía bien escondido en un rulo de emmental, que la verdad, me parece un queso con demasiado sabor lácteo. El conjunto correcto, aunque fue el aperitivo que menos me gustó.

+ Servidas con Perrier-Jouët Belle-Epoque y Salon BdB: El primero salió con una humedad que iba y venía, y que impidió que mostrase su mejor nivel. Además, el color evidenciaba que estaba anormalmente evolucionado. Aún así, lo bebimos bien a gusto; El segundo sin embargo se mostró incólume: fragante, salino, mutante en boca, eterno... Un vino legendario.

- Croquetitas caseras: Lo del diminutivo hace honor a su tamaño. Muy ricas, con una bechamel cremosa y rebozado con panko. Un par de ellas más nos hubiésemos comido sin problema, jeje.

+ Servidas con Pol Roger Sir Winston Churchill y Bollinger RD Extra Brut: Con semejantes titanes en las copas, los aperitivos ya habían pasado a un segundo plano. Tremenda elegancia la del PR y encantadora complejidad la del Bollinger, de estilo oxidativo. Quinteto de ensueño para terminar los champagnes blancos.

- Chupito de fabada: Terminamos la tanda de aperitivos con esta forma tan original de tomar una fabada. Después de probar este plato, no me parece descabellado pensar que un helado de fabada pueda estar rico.

- Tarta de manzana con queso de cabra y escalopa de foie: El entrante fue uno de los mejores platos de la comida, con una exquisita combinación de sabores dulces y salados, y una cuidada presentación.

+ Servidos con Dom Pérignon Rosé y Comtes de Taittinger Rosé: Un par de rarezas elaboradas con parte de la Pinot Noir vinificada como tinto (25% y 13% respectivamente). El primero más contundente y cárnico, el segundo más elegante y sutil. Me quedo con unas ganas tremendas de probar el Comtes blanco, espero cruzármelo alguna vez :)

- Rodaballo al gratén con sinfonía de setas: Buen punto del rodaballo, aunque no entendí muy bien la guarnición, con una salsa verde algo anodina y las setas excesivamente troceadas para apreciar su sabor.

+ Servido con Viña Tondonia Blanco GR: Al descorchar la botella al inicio de la sesión estaba inexpresivo pero tras decantar mutó por completo. Impresionante clase, terruño puro que curiosamente me recordó a un Champagne sin burbujas. Nada que ver con los Tondonias menores, con sus características notas de sacristía.

+ Paletilla de ternasco deshuesada (con patata panadera): El mejor plato de la comida. Presentado como un lingote napado con salsa y sustituyendo la patata panadera por patata morada en dados (peor) y puré de melocotón/mango? Carne tierna y jugosa, cómo se nota el dominio del producto de la tierra...

+ Servida con Château Batailley, Abadía Retuerta Pago Valdebellón y Vega Sicilia Único. El francés fue el único vino con corcho de la comida (fue decantado previamente). La sorpresa fue el Pago Valdebellón, muy en forma y plantando cara a todo un Vega (también con decantación previa), que presentaba mayor acidez y necesitado aún de espera para estar en plenitud. El amigo Diego, al fallar el primer tinto, se sacó de la chistera un Pesquera GR que estuvo a la altura: rústico, pero mucho más fresco y fácil de beber que los Cabernets (se notaba mucho ese 10% de CS en el Vega). Gran trío de tintos ribereño!

- Pastel centenario Montal: Remate dulce con un postre de buen nivel, un pastel de varios chocolates con tierra de galleta y helado de...vainilla?

+ Terminamos el maridaje con un delicioso Lustau Las Cruces, moscatel viejísimo procedente de sacas apartadas de las soleras del Moscatel Emilín. Un vino de postre fantástico, más idóneo que un PX por la mayor acidez de la moscatel, que lo hace más ligero sin perder complejidad. Desconocía la referencia y me encantó.

Rematamos con buenos cafés y las fotos de la pantagruélica sesión. En resumen, un lugar precioso que bien merece una visita, y para el que sólo tenemos palabras de agradecimiento por haber sido el escenario de dos jornadas vinícolas memorables para nosotros.

Gracias por la generosidad del mecenas y la paciencia del sumiller. Esperemos que haya una segunda parte con las cuvées de prestige de otras grandes casas como Roederer, Veuve Cliquot, Krug, Billecart-Salmon, Deutz, Laurent-Perrier o Philipponat. Por soñar, que no quede ;)

  • Tintos y Moscatel Lustau Las Cruces

    Tintos y Moscatel Lustau Las Cruces

  • Tondonia Blanco GR

    Tondonia Blanco GR

  • Champagnes Cuvée Prestige del 96

    Champagnes Cuvée Prestige del 96

  • Tarta centenaria Montal

    Tarta centenaria Montal

  • Paletilla de ternasco deshuesada

    Paletilla de ternasco deshuesada

  • Tarta de manzana con queso de cabra y foie

    Tarta de manzana con queso de cabra y foie

Acudimos a este palacete renacentista con motivo de una cena pactada. El grupo tenía un número perfectamente controlable como para haberse establecido un menú más trabajado. Si todo edificio histórico cuenta ya con con un toque rancio, los platos principales aún colaboraron más a ello.

Los aperitivos en plena tienda de vinos y licores tomados de pie en plan informal fueron lo mejor. Algo a lo que le di mucho valor. Los vinos fueron los mismos con los que continuamos arriba en el comedor principal, Nietro macabeo 2013 y Vega Saja crianza 2011, solo que servidos en copas más bastas.

Una vez terminadas las virutas de jamón de Teruel, delicias gratinadas de alcachofa, croquetas de la casa y brochetas de dados de salmón, enfilamos escaleras arriba para ubicarnos en las mesas que rodean el hueco del patio con pilares de alabastro donde destaca sobremanera la vidriera del techo con el escudo de la familia.

Mesas perfectamente vestidas y copas Schott esbeltas. Sillas algo bajas pero nada incómodas.

Continuamos la velada con una terrina de foie, que resultó ser un bloc, y la opción de elegir entre confit de pato o dorada con verduritas, tal y como hicimos una minoría. En mi caso la decisión estuvo tomada por al menos comer algo que no estuviera ya hecho de antemano, pues seguramente ambos productos derivados del pato saldrían de su selección de tienda. El foie se acompañó de las típicas tostadas con pasas, juraría que de Garavilla, y la dorada tuvo un punto muy bueno de horno aunque con alguna que otra espina, pero muy fresca y sabrosa en definitiva.
El postre consistió en una concha, así le llamaban al edifcio, como de tiramisú que gustó a los más golosos.
Acto seguido los cafés y a seguir sufriendo el cierzo de esta ciudad tan ventosa.

No se trataba de volver muy cargado. Sin embargo la ansiedad había que calmarla de alguna manera y compré una botella de garnacha.

Pregunté por los otros menús, sólo trabajan así, y tampoco es que me fuera mucho más convencido. Puede que a título más personal la cosa cambie a mejor, no digo que no. Como también influirá el precio pagado por la empresa que invita.

Despúes de la pormenorización y el detalle con los que Joaquín ha descrito el lugar y el menú del encuentro, poco más que añadir. Totalmente de acuerdo en todas sus valoraciones y si acaso manifestar como un restaurante de estas características y antigüedad no tenía ninguna reseña en esta página.

Fue un auténtico placer poner cara a foreros con los que mantienes ciertas conversaciones "cibernéticas", además de comer notable y beber sobresalientemente.

Ahora sé, que si paso por Zaragoza además de lo que conocía, existe otro lugar al que poder volver, con toda tranquilidad. Además de contar con un bonito recuerdo de este día.

Recomendable

Como breve prefacio al presente comentario, debe señalarse que el mismo tiene su origen en una cata organizada entre unos cuantos foreros de estas web y que tenía por indisimulado objeto conmemorar el cincuentenario de la que, al decir de muchos, fue la mejor cosecha del siglo XX en Rioja atendiendo a la calidad de la producción y el volumen de la misma: la de 1964.

No obstante, y dado que sobre este tema existe ya abierto un hilo ad hoc en otra sección de esta web, en el comentario no se entrará a valorar cada uno de los 20 vinos degustados por los 8 comensales que asistimos a este magnífico -que no irrepetible, espero- evento, limitándonos a apuntar cuál fue el maridaje que de los mismos se hizo.

Situación y entorno: Ubicado en pleno cogollo del casco viejo Zaragozano, a escasísimos 10 minutos andando de la Plaza del Pilar. El establecimiento en cuestión -que ahora, para verano, goza de una agradable terraza en donde tomar algunas cosas o un buen GT-, integra un edificio histórico de, podríamos decir así, tres espacios diferentes. La tienda de productos -de muy buena calidad-, sita en la planta baja; la trastienda/bodega, también en la planta baja, donde se realizan degustaciones y cenas y en donde ya se aprecian las excelencias del edificio. Y la planta superior, donde se ubica el restaurante propiamente dicho y en donde la elegancia y el buen gusto adquieren todo su sentido.

Sinceramente, más que describirlo, hay que verlo. Alguno de los foreros foráneos lo describió como un edificio que, en sí mismo, es un museo, y no le falta razón. Las espectaculares vigas de madera, el suelo, la escalera de acceso al piso superior, la decoración, la bodega (con jamones colgados del techo), todo en su sitio con una gran elegancia, con un toque de inspiración “aragonesa”. Todo en colores claros (vainilla), trasmitiendo la idea de que “aquí voy a estar bien”. Y de una limpieza absolutamente excepcional.

Accediendo a la parte superior -zona del restaurante- uno se queda, por primera vez, impactado: el claustro al que rodean el conjunto de las mesas. Los arcos del claustro, los diferentes tipos de mesas... todo con una disposición ejemplar. Y, por último, las dos salas privadas -la rosa y la verde (en donde nos ubicamos), esta última presidida por un bonito tapiz, con dos preciosos sofás Chester, mesa preparada para apoyar todo lo que llevábamos. Lámpara de vidriera y forja. Mesas butacón comodísimas. Sublime!

Servicio y servicio del vino: Cuestión aparte es ya la intendencia. Excelentes manteles de buen hilo blanco, al igual que las servilletas. Muy buena cubertería y vajilla -blanco, moderna, de diversos tipos y formas.

En cuanto al servicio: impecable. En palabras de otro de los foreros: el camarero “parecía un mayordomo inglés”, de riguroso negro y con pajarita. Téngase en cuenta el motivo de la comida y lo que ello conlleva (no menos de 160 copas). Pues bien, los cambios, especialmente los de las copas, fueron inmediatos, las transiciones perfectas, sin esperas ni dilaciones, pero también sin agobios. Británico en estado puro (todo o’clock).

A ello se añade que en el restaurante nunca se las habían visto en una de éstas (cata de antiguos), por lo que, dada la delicadeza de los vinos (y sus corchos) preferimos abrirlas entre el maestro limonero y un servidor. Hecho esto, y limpio de nuevo uno de lo extremos de la mesa en menos de un par de minutos, el camarero, tras preguntar lo ya obvio (“¿pero esos vinos se podrán beber?”) y una vez convencido de ello (“pues sí que huelen bien aún, sí”), atendió con detalle las instrucciones del servicio de los vinos, y las ejecutó de forma impecable, escanciando el contenido de las botellas con mimo y con las medidas perfectas (incluidas las dos botellas de 0,375 l.). Chapeau por él!

A todo lo anterior debe añadirse que el restaurante dispone de una oferta interesante: degustar los vinos que venden con un pequeño suplemento de 3,5 euros por botella (p.e., alto moncayo 34 + descorche o castillo ygay 45 + descorche).

Si algún pero hay que hacer en materia vinícola, sería en mi opinión, el de que las opciones de vino se quedan un tanto cortas en cuanto a DO, limitadas a las de Rioja, Aragón y Ribera. Incluir algunos otros vinos de denominaciones de origen ya sobradamente implantadas (Cataluña, Bierzo, Jumilla, Gallegos, Madrid ..., algún foráneo) sería algo ideal, pero a veces no se llega a todo. Y de lo que hay, lo hay en cantidad, y de lo mejor.

Y llegamos a la comida. El restaurante no dispone de carta, existiendo dos opciones de menú. Uno más largo (59 euros) y otro más corto (39 euros). En nuestro caso, obvio, la opción fue la de combinar varios platos con el maridaje correspondiente. Propuesto el mismo por los responsables (y propietarios) del local, el mismo fue aceptado de inmediato, si bien se sugirió un cambio de orden de los mismos, a fin de efectuar los maridajes correspondientes con el vino. Todo ello fue aceptado sin problemas, dando a pie a todo tipo de facilidades. Vayamos con ellos.

Como previa, y en calidad de aperitivo, se ofreció una botella de vino blanco (234 de Enate) a los asistentes, acompañados de una buenas almendras fritas, lo cual fue degustado en la parte inferior del local.

A lo anterior le sucedió -aportadas por los asistentes y, ya sentados en la mesa-, la primera botella (Recaredo Brut de Bruts 1999) y dos medias-botellas de Paternina blanco seco del 40.

Ello dio paso al primer entrante: Mini Crepe de canela rellena de Manzana Asada con cebolla caramelizada y Salsa de Foie. Muy buena -y fina- la crêpe, de delicada textura y suave sabor, con la cebolla caramelizada apuntando un punto de dulzor casi imperceptible. Excelente.

Maridado con Viña Sole 64 y Monte Real Reserva Semidulce 64.

El segundo entrante consistió -pasábamos a las verduras- en un chupito de Crema de Vichysoisse. El nombre engaña, pues el mismo consistía -sí- en una delicada crema de vichyssoise, pero no presentado a modo de chupito, sino en un gran plato tipo Ovni con una circunferencia central. Muy bien ligada, también suave y de excelente sabor, algo que no suele decir quienes, como yo, no son muy amantes de las cremas de verduras.

Maridado con Borisa Rosado 64 y Viña Ecoyen Rosado 64.

Tercer entrante: Seguimos con las verduras. Delicias de Alcachofas Gratinadas Montal. Muy ricas. Corazón de alcachofa que se cortaban con la vista. Excelentes textura y gratinado. Muy buenas de sabor, aunque quizá el punto de gratinado le quitase un punto de naturalidad.

Maridado con Castillo de Tiebas R 64 y Campo Viejo R 64.

Cuarto entrante: Cambio de tercio. Virutas de Jamón de Jabugo con pan con tomate. El más sencillo en su presentación. Dos tostadas de pan crujiente con un buen tomate y un jabugo muy bien cortado pero al que, en mi opinión, le faltó ese punto de final dulce que en otras ocasiones he probado en esta casa y que convierte el jamón en algo excepcional. Pero, en todo caso, muy correcto, con el jamón un punto “sudado” y muy sabroso.

Maridado con Excelso 64 y Berberana CE 64.

Quinto entrante: Croquetitas dela casa. También de realización sencilla. Dos croquetas caseras de tamaño correcto con un exterior bien dorado y crujiente (bien freídas). Interior muy cremoso y con un buen sabor. Muy ricas.

Maridado con dos botellas de Viña Ardanza RE 64.

Sexto entrante: Algo de pescado: Brocheta de Rape albardado con Bacon. Perfecta cocción del rape -muy buen género- y del bacon que escoltaba la brochetas (dorado sin llegar a un punto de excesivo rustido, lo cual hubiera estropeado el conjunto). Tierno, se deshacía en la boca, con el contrapunto salado del bacon. Excelente.

Maridado con Faustino GR 64 y Paternina GR 64.

Plato fuerte: Solomillo de Ternera con Salsa de Trufa. Extraordinario producto y perfecta combinación con el salseado de acompañamiento. Como es habitual, preparado en diferentes punto de cocción en función del comensal, en mi caso el punto menos. Clavado! Hubo quien repitió este plato. Poco más que decir.

Maridado con Monte Real GR 64, Tondonia GR 64 y Viña Real GR 64.

Postre: Mousse de chocolate con garrapiñado de almendra. A estas alturas de “competición”, la verdad es que cualquier cosa ya abrumaba. A pasar de ello, un postre goloso, de buena factura y nada pesado, el cual maridó a la perfección con los dos grandes vinos de postres que le acompañaron,

Maridado con Sauternes Jhonston principios 60’ y un Cepa Sauternes de finales de los años 30.

A todo lo anterior le acompañaron, para finalizar, los cafés de rigor y, a modo de petit four, la magnífica trenza de almudevar (compuesta -creo, aunque puedo equivocarme- de masa, almendras, pasas, fina crema de yema, azúcar glass ...), que se maridó con un dulce de Larios, con el que se puso fin a la comida. Con algo había que bajarla, o no?

El contundente ágape vino a dejar una minuta de 57 euros/pax. Atendiendo a todo lo descrito en los párrafos precedentes, y en opinión de quien suscribe, una RCP superior.

En definitiva: incomparable lugar, magnífico servicio y una comida excelente que hizo todos los honores a tan extraordinaria sesión vinícola. Creo que todos los que estuvimos en ella disfrutamos. A los demás no puedo sino aconsejarles que se pasen por este restaurante: estoy seguro que no será lo mismo, pero también de que les tratarán igual.

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