Pequeño local que surgió hace no mucho tiempo como una segunda casa de Triciclo, uno de los restaurantes más exitosos de Madrid en los últimos tiempos. Situado en la misma calle que la casa madre sólo que unos metros más abajo, llama la atención por la bicicleta de dos plazas que preside la entrada y que da su nombre al local. Dentro es pequeño y austero, apenas cinco mesas y una barra pero con llenos continuos y máxime un sábado por la noche, con un ambiente joven y desenfadado. Las mesas un poco “a la moda”, es decir, desnudas, sin manteles.
La cocina se basa en un recetario similar al del hermano mayor, producto de temporada, recetas sencillas, sabores definidos y apertura hacia otras cocinas del mundo, en especial las orientales y latinoamericanas. Además de los platos que figuran en la misma, el amable camarero nos recitó del orden de 10 platos extra más fuera de carta, un número quizá algo exagerado porque es complicado acordarte luego de todos además de desconocer los precios, pero al final por ahí tampoco hubo muchas sorpresas. Pedimos los siguientes platos al centro para compartir.
Black cod
Champiñones con huevo de codorniz y trufa
Berberechos con gelatina de vermut
Cenamos muy bien, desde luego. Lo único es que no lo veo tan “segunda marca”, por lo menos a nivel de cocina y precios. El local sí que es más pequeño e informal que el de Triciclo.
Saludos,
Eugenio.
Creo que se cocina con la misma filosofía. El local es algo más incómodo, y me atrevería decir que la carta menos extensa.
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