Deliciosos sandwiches y mucho más

Tenía grandes referencias en internet de este local, que por cierto es bastante nuevo. Es curioso el sitio en el que está situado, una zona bastante olvidada de Barcelona pero no lejos de la Torre Agbar, de los renovados Encants Vells y del Teatre Nacional y l'Auditori. Es el llamado Districte 22@, una zona en la que conviven edificios novísimos de diseño (empresas, hoteles... el del local se llama TwentyTú) con otros abandonados o en decadencia y bastantes almacenes que recuerdan a un polígono industrial. No hay muchas viviendas y también encontramos algún descampado cercano y, para acabar de completar la mezcla, la vía del tren que va a la estació de França, semioculta, está al lado. Si vais de noche incluso puede intimidar la zona, pero he sido vecino y os garantizo que es más segura que el Passeig de Gràcia a esa hora.

Con todo esto quiero indicar que vale y mucho la pena acercarse hasta allí y parece increíble que un local tan recomendable pueda estar tan escondido. Nada más cruzar la puerta te olvidas del entorno. El encargado, Xavi, y el resto del personal con el que traté son superamables y muy profesionales. El espacio es diáfano aunque dividido en varias partes, muy luminoso (de día es superalegre) y cuenta con bastantes mesas para diferente número de comensales.

Hay una extensa variedad de cervezas, muchas de ellas artesanales. Xavi me recomendó una (le dije que me apetecía algo no tradicional y con poco alcohol) hecha en Barcelona de la que no recuerdo el nombre. Entraba fenomenal, burbuja fina y bastante tostada.

La especialidad del local son los bocadillos (y bagels). Conté en total unos 40, a precios muy contenidos, la mayoría entre 6 y 9 euros. Te especifica el tipo de pan, los ingredientes e incluso el origen. Yo me pedí uno de porquetta (caliente) con tomate, queso y ligeramente trufado. Te lo sirven en dos mitades y la ración es muy generosa. Con uno por persona es más que suficiente. Pedía algo para acompañar y me trajeron unas patatas chips supongo que hechas allí, cortadas como el triple de gruesas que las tradicionales. El bocadillo estaba muy bueno (pan focaccia, quizá algo seco pero muy sabroso) y las patatas fueron lo más flojo de la comida, puesto que se hacían pesadas de comer (ración contundente) y el sabor no era destacado.

De postre, media porción (pero me quedé más que satisfecho, si llego a pedir la entera ni lo cuento) de carrot cake, pastel de zanahoria del cual el local toma el nombre. Estaba deliciosa, el bizcocho con porciones de la hortaliza y recubierto por una capa de (creo) chocolate blanco con sabor a naranja.

Servicio muy amable, interesándose por mi opinión y respondiendo a mis preguntas de forma muy natural.

El precio, impresionantemente barato... ¿será una deferencia por venir hasta aquí?, menos de 14 euros con café (1.15 eur) incluído. La media porcion de tarta de zanahoria a 1.90 eur, el bocadillo a 6.40...

Lástima que me pille un poco lejos, es para ir cada dos meses como mínimo; además, lo extenso de la carta hace que tengas ganas de probarlo todo.

Tienen varios menús, pero no pregunté en que consistían.

En resumen, un lujo de local con personal de 10 y precios a prueba de crisis.

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