Teníamos gran curiosidad por conocer la nueva propuesta de Josep Quintana y para allá que fuimos, hacia el corazón de Valencia, pegadito al Mercado de Colón.
Había pasado varias veces por la puerta caminando y no imaginaba yo esas dimensiones.
Una larga barra con exposición y venta de productos al inicio de la misma da paso a la amplia sala, desahogada, luminosa, decorada con estilo moderno, ecléctico, y mucho acierto. Nos llamaron poderosamente la atención unas grandes lámparas que caían sobre dos mesas que alternaban luces y… botijos. Geniales.
Nos encantó el local, con el molesto "pero" de las incómodas sillas de enea que había en nuestra mesa (cada mesa iba acompañada de unas sillas diferentes).
La carta es reducida. No trabajan con menú degustación (a esto se le llama nadar contra corriente). Para intentar obtener las ventajas de trabajar con él y evitar las desventajas, ofrecen una carta escueta, aunque supongo que la variarán con frecuencia. En el apartado de platos principales, exactamente 6 referencias: 3 carnes, 2 pescados y 1 arroz.
Así que nos hicimos nuestro propio “degus”, todo al centro, una ración de cada cosa para los dos:
• Kojak de foie gras y peta zetas
• Ensaladilla "Quintana" con sorpresa de mar
• Figatell de sepia con pan crujiente, cebolla confitada y pan rustido
• Steak Tartar "Quintana"
• Solomillo de Bonito con queso de cabra y berenjena a la llama
• Milhojas de cordero con cremoso de Brie de Meaux, Manzana y Rollos de Cecina
• Crema de almendra con naranja, eneldo, aceite de oliva y sorbete de limón
• Cuajada de queso con galleta y helado de fresa a la pimienta rosa
Bien, pues hicimos un amplio recorrido por esa ajustada oferta, cenando satisfactoriamente. Lo cierto es que nos esperábamos "algo más”, el maldito y habitual problema de las expectativas, pero cenamos bien. Toda la cena mantuvo un buen nivel, sin nada destacable para mal ni para muy bien.
Degustamos una cocina mediterránea de autor, con ciertos brochazos imaginativos. Cada plato contenía numerosos infredientes, combinados con criterio, prevaleciendo pese a ello la frescura.
En sala muy buena atención, la mayoría de la cual a nosotros nos la dispensó Fabio, un argentino muy agradable y eficiente.
Vino bien tratado y con interesantes y variadas opciones, con precios contenidos. Tomamos una copita de un blanco navarro que nos encantó, Artazuri 2013, una botella de ese cava infalible llamado Gramona Imperial 2007, una copa de tinto para el cordero, otro infalible, en este caso ribera, Valtravieso 2011, y un tokaj con los postres.
Volveremos este verano a ver cómo han renovado esa carta.
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