Justo en frente de LA BOLA, el pequeño y clásico Taberna EL MOLLETE engrandece cada tarde/noche la gastronomía de mercado-sincera-de verdad en el Madrid de los Austrias. Una casa de comida de las de antes en la que conseguir una de las 5 mesas disponibles es misión imposible, y en donde cada día medio centenar de madrileños (de diversas generaciones) nos solemos agolpar para disfrutar de los servicios de Úrsula y Tomás (y Co.). Por suerte los Gobiernos siguen retrasando la edad de jubilación, lugares como EL MOLLETE justifican este tipo de medidas.
Local muy pequeño (antigua carbonería) pero con encanto, posiblemente muy incómodo (percepción que desaparece al son de llegada de los platos) y en el que el servicio es por supuesto atento, personal y entrañable. Entre las muchas historias que narran el origen del local se encuentra la de que en 1830 el bandolero Luis Candelas abrió en la antigua carbonería la taberna “Traganiños”, pasando en 1837 a manos de su amigo Vicente Mollet (El Mollete), cuando al conocido bandolero fue ajusticiado.
Nos dejamos, como siempre, recomendar: “Alcachofas con salsa de queso” (suaves y muy buenas), “secreto ibérico” (acompañado por su ración de patatas, bien), “Atún rojo con salsa de soja y puerro frito” (fantástico) y unos magníficos “chipirones”.
Acompañamos todo con un fantástico ASTER FINCA EL OTERO (DO Ribera del Duero).
Un lugar distinto, atemporal y al que volveremos pronto.
Barecito en la zona de los Austrias: Opera / Palacio Real / Cuesta de Santo Domingo de Madrid. Una de esas tascas que hay cinco mesas y que caben 30 personas, lugar que además si no te la recomiendan, no entras porque hay quinientos iguales en la capital, pero el Mollete es distinción en lo que a la faceta culinaria se refiere. Acudimos allí por recomendación despues de acudir a una obra de teatro en Gran Via. Nos dijeron que era un lugar fijo al que acudía a cenar Francis Ford Coppola desde la primera vez que vino a España en el año 1978.
Una tasca muy limpia y bien decorada. Pequeñita pero con encanto. Nada que ver con esas tascas de la zona centro con poca iluminación, lúgubres y que no sirven más que oreja, bravas y callos.
Cenamos en barra porque estaba todo lleno y eso que llegamos a las 21h. Para 2 personas, pedimos tres tapas: huevos rotos con pimentón, solomillo de ternera a los frutos rojos y atún pochado con crujiente de puerros en salsa de soja. Riquísimo todo, sobretodo el atún, el mejor que he probado nunca. Las proporciones de cada tapa eran generosas.
Tomamos una tarta casera de queso con crema de vainilla de postre para compartir que también estaba deliciosa. Una botella de legaris roble 3/4, un agua y dos cervezas.
Quizá el unico pero lo tienen en el servicio del vino, que no tienen carta aunque lo que tienen (que es poco) son buenas referencias y una buena RCP. una cosa a destacar es que sirven por copas y tienen muchas botellas de 3/4 (Legaris, Pago de carraovejas, 5 almudes, Bernabeleva, 30000 Maravedíes... etc).
Fuera de carta había buñuelos de langostinos, molletes de antequera rellenos de salmón, secreto ibérico, bombones de morcilla envueltos en masa brie, queso de cabra envuelto en pasta brillante con miel de caña, chipirones con humus y chuletillas de conejo.
A propósito de un comentario que acabo de leer de Chini, no vimos ni un solo turista en el restaurante y nos gustó a la vez que nos sorprendió que el Mollete no esté ya hiperpateado en las guias turísticas de viajeros intrépidos.
Nos gustó mucho, volveremos.