Paseando por Conde Altea sin una clara intención, acabamos sentados en este agradable y coqueto restaurante de reciente apertura.

El lugar evoca el estilo industrial.

Ladrillo pintado de blanco, toques thais, negros, grises, maderas oscuras, gruesos tubos a la vista...

Cocina de corte moderno, informalota, con cierto toque… Bien.

Tomamos el menú degustación, que consistió en una serie de platillos al centro y el último a elegir, entre carne o pescado.

Así quedó la cosa:

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• Ensalada templada de setas con frutos secos y tomate seco con aliño provenzal.
• Sushi de ibéricos: maki sushi con jamón ibérico de bellota, queso de tetilla y tomate semi-seco.
• Crujiente de champiñón relleno de dátil albardado con bacon.
• Croquetas de choco con alioli de yuzu.
• Atún marinado en café con salteado de frutos secos.
• Surtido de postres caseros.

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Pues cenamos tan ricamente oye. Aporta cositas originales, tienen gusto.

El servicio escaso, sólo una persona, pero ante la poca gente que había, no tuvimos que esperar apenas. Además trabajaba bien, con ilusión.

Olía un poco a desagüe, supongo que son cosas del estreno y la solucionarán.

Carta de vinos muy escueta, de la que optamos por un rosado del Bierzo que no recuerdo, pero que era coupage de mencía y godello. Curioso. Sin más mimos. No pusieron ningún reparo al devolver una botella que salió defectuosa.

Interesante opción, más considerando la RCP.