Comida de fallas

Subimos a la capital en pleno fin de semana fallero y, ante el aluvión de visitantes que soporta la ciudad en esas fechas, decidimos reservar con antelación y, además, en algún lugar ya conocido y que ofreciese unas mínimas garantías. Durante el ejercicio fallero lo habitual es llevarte más disgustos que alegrías desde la óptica de la restauración y se corre el riesgo de que te defrauden hasta aquellas casa más conocidas. No todo el mundo está preparado para la batalla. Mis conocidos en Valencia optaron por reservar en este local que conocía de una única visita anterior de la que dejé constancia con mi valoración en este mismo portal. Mesa para ocho adultos y una niña a las 15.00 h. con algunas demandas de modificación por nuestra parte siempre atendidas con compresión y simpatía: ahora somos dos más, ahora dos menos… cosas de ese tipo.

Tal como se comentó en su día, el local es pequeñito y está decorado con gusto y gracia. Cocina cara-vista y trato excelente por parte de todo el equipo. La consecuencia más visible de ambos factores es que el restaurante estaba completo y, por lo que se intuye, de clientela más o menos fija o habitual.

Para la ocasión se ofrecía un único menú por quince euros que incluía un primer plato de la carta, un segundo y un postre para cada comensal a elegir de entre todos los que figuran en la carta. Como todos ellos tienen buena pinta, decidimos compartir los primeros al centro de la mesa, un total de cuatro (pedimos dos platos de cada uno de ellos para que nos alcanzase para los ocho).

 - Ensalada de carpacho: Realmente se trata de un lecho de brotes frescos y unas rodajas de un correcto carpacho de ternera. Acertado también el aliño del conjunto.

 - Croquetas: De dos tipos: Jamón y boletus. Ambas estaban ricas, sin una fluidez digna de mención pero de sabor destacable, buen tamaño y presentación.

 - Papas arrugás: muy ricas, con excelente punto de cocción y bien aliñadas con dos estupendos mojos: verde y rojo.

 - Raviolis de boletus: tal vez el plato más flojo de los que pedimos. Bien de sabor, pero algo deficientes en textura y temperatura, fruto seguramente de su pronta preparación y el precalentado a la hora del servicio.

A la hora de pedir los segundos pacté con otro de los comensales pedirnos dos platos diferentes y compartirlos también. Elegimos:

- Tataki de atún: Muy rico. Perfectamente cocinado y muy bien condimentado con un poco de wasabi.

- Canelón de pato y foie: Sabor intenso el que le confiere el guiso del ave desmenuzado que le da mucha personalidad al conjunto, pero que, por el contra, deja en prácticamente imperceptible la presencia del foie.

Como postre yo tome una correcta tarta de queso.

La carta de vinos resulta bastante interesante y con un número de referencias por encima de lo habitual en locales con una gama de precios en cuanto a la comida similar a la de éste. Tomamos tres botellas de “El grifo” a 17,00 € cada uno, lo cual me parece un muy buen precio. Servicio en copas aceptables, temperatura correcta y cubitera aledaña a la mesa.

La cuenta de todo lo narrado junto a las cervezas iniciales, los cafés finales y una ración de arroz para la niña (gasto que asumimos entre todos los adultos) no alcanzó 25,00 €, lo cual me parece una excelente RCP.

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