Tras el buen recuerdo que este local nos dejó el verano pasado, había que volver a repetir visita este año, cosa que hemos hecho en dos ocasiones durante los días de vacaciones que hemos pasado en Cádiz. Nos acercamos, todo hay que decirlo, no sin miedo de encontrárnoslo cerrado, pues montar un restaurante de sus características en una población pequeña y de turismo tan estacional como es Vejer es desde luego una apuesta más que arriesgada. En este sentido, desde que llevamos veraneando en esta localidad hemos visto bajar la persiana a unos cuantos negocios hosteleros, y algunos de excelente calidad, como el “Vera Cruz”, que cerró hace un par de años siendo un local que sin ninguna duda se habría forrado en cualquier gran ciudad.
En este caso el “Viña y Mar” sigue abierto, y además han dado un paso más en su especialización como bar-restaurante centrado en el vino. Si el año pasado contaban con cerca de una veintena de vinos generosos por copas, en esta temporada llega a las 60, cifra que no conozco local que la supere. Además de vinos del Marco de Jerez, sirven también algunos blancos y tintos por copas, disparándose la oferta si nos atenemos al formato botella.
En lo que concierne a su cocina, recordaremos que ésta se centra fundamentalmente en el producto. Así, embutidos, quesos, salazones, conservas y carnes a la plancha acaparan su selecta carta, que se compone tanto de tapas como de raciones. Estas propuestas pueden degustarse lo mismo en la barra del bar que en las mesas del pequeño comedor o de la terraza exterior.
La primera visita realizada este verano fue de tanteo, sirviéndonos de paso para tomar algo antes de ir a cenar a otro local del pueblo. Una copa de Oloroso Villapanés y otra de Amontillado El Tresillo, acompañados de una tapa, fueron las opciones elegidas entre su amplia oferta vinícola. En la segunda ocasión la cosa fue más en serio, pues se trataba de salir ya cenados, así que pedimos para compartir entre dos adultos y dos niñas una ración de QUESO PAYOYO (9,5€), una de CAÑA DE LOMO IBÉRICO (10,5€) y finalmente una de CROQUETAS DE CECINA (9€). En los tres casos todo llegaba al notable, pero destacaría sobre todo estas últimas, que estaban realmente buenas. Para beber nos tomamos un par de copas de Manzanilla Pasada Barón y otras tantas de Pastrana (2€/copa).
Se trata, en resumen, de una excelente opción, tanto si somos aficionados al vino como si preferimos más la parte sólida de la gastronomía. Como nos gustan ambas vertientes, para mi resulta ya un local imprescindible en la zona, así que lo seguiremos visitando en futuras ocasiones.
Se trata de un pequeño, moderno y coqueto restaurante abierto el verano pasado en uno de los rincones con más encanto de la ya de por si bonita localidad de Vejer. El interior, de tonos blancos y decoración minimalista, resulta muy acogedor, pero disponen también de varias mesas en el exterior donde poder comer mientras nos deleitamos con la belleza sin parangón de las calles de este pueblo. En su breve carta ofertan tanto tapas como raciones, primando los platos de producto, los embutidos, las salazones y las conservas, todo ello de indudable calidad. La carta de vinos es corta, pero cuentan con unas 20 referencias de vinos del marco de Jerez, que sirven por copas y en algunos casos por botellas. La vajilla y el coperío son de calidad. El servicio, a veces un tanto despistado, recae en manos de gente joven muy amable. En estas vacaciones lo hemos visitado un par de veces, una en plan tapeo informal y otra sentándonos a cenar como mandan los cánones. En esta última pedimos lo siguiente para compartir entre dos parejas:
- Queso de cabra Payoya (9,5€): elaborado en la Sierra de Grazalema, es sin duda uno de los mejores quesos que uno puede probar.
- Ensalada de quesos de Cádiz con frutos secos (9,5€): se pidió sin caer en la cuenta de que ya habíamos pedido una ración de queso antes, pero bueno, como todos somos muy queseros no hubo inconveniente. Una ensalada muy resultona, con quesos de diferentes sabores y texturas acompañados de frutos secos, rúcula y algunas mermeladas y pasas.
Para los segundos cada uno pidió un plato diferente. En mi caso fue lo siguiente:
- Hamburguesa de retinto con leche de coco (8,5€): pues una hamburguesa muy rica, refiriéndose la leche de coco a uno de los ingredientes de la salsa con la que se acompañaba la carne. Este plato lo intercambié con el de mi mujer, que fue este:
- Pulpo templado con ali-oli (14€): buena combinación de sabores y perfecta cocción del cefalópodo. Me gustó.
De postre (nada más cuentan con tres) pedimos todos, en mi caso:
- Leche frita (3,5€): no estando mal, fue lo más flojito de la cena.
Para acompañar la comida tomamos primeramente una cerveza y después una copa de fino La Panesa (4€), otra de oloroso Gobernador (3€) y finalmente una tercera de moscatel Gutiérrez Colosía (3,7€).
Terminamos la cena con unos cafecitos y con la sensación de haber comido y bebido muy bien por un buen precio. Recomendable, sobre todo si los vinos jerezanos están entre nuestros preferidos.