Celebrando

Cualquier excusa es buena para celebrar y "pensat y fet" desde el coche y en lugar de volver a casa, nos vamos a comer. ¿Dónde? A un sitio académicamente perfecto y que no desequilibre presupuestos. Estamos en la orilla del río, asi que vamos sin dudarlo. Como es pleno verano, se facilita el único problema del local: aparcar.

Sorprende que haya solo una mesa ocupada. Hay vacaciones también entre el personal aunque no repercute ni en el servicio ni en los platos. vamos por el menú del día que aquí es una muy buena opción en cantidad y calidad.
La carta de vinos se ha renovado y aunque acertamos el que faltaba (riesling) nos explican el por qué, aunque me hubiera gustado no acertar aquí y sí en la Primitiva.

Un aperitivo de la casa: su versión del melón con jamón, suave, refrescante y una entrada agradable. Un pan muy interesante con la posibilidad de pan blanco, de semillas o de aceitunas, repetible más de lo deseable. Hasta el vaso en que se sirve es sorprendente.
Una minicroqueta con base de queso fundido completa completa los extras de la casa.

Ensalada de foie con hortalizas: variedad de verduras, tomate pelado, manzana verde, calabacín, apio, todos cortado muy finito; pequeños brocolis, algunos variantes sin vinagre.

Capuchino de queso: servido en un vasito, con cebolla caramelizada, frutos secos, orejones, queso de cabra y teja de albaricoque. Para comer profundizando cuchara para mezclar los elementos. Una gozada.

Huevo en doble cocción a baja temperatura, luego rebozado y frito sobre un cremoso de patata y aceite de trufa, migas y con una lonchita de jamón. Un plato completo, denso, estructurado e integrado.

De principal: probamos una de raviolis marineros, rellenos de corvina con salsa de mariscos, densa, intensa, con sus gambitas; los raviolis con buen punto de la pasta y buen sabor de relleno.
La otra opción fue la de arroz montañés de pollo, conejo y caracoles. Un punto caldoso con arroz entero, un fondo intenso, bien de caracoles y carne.
Descartamos la carrillera de ternera glaseada en su jugo y hortalizas ya que el menú obliga a elegir un segundo entre tres.

Para postre uno de fruta natural bien cortada con kiwi, manzana, melón, pera, piña. Buena presentación.
La otra opción fueron los chocolates con diferentes formas y colores. Quizás el blanco algo empalagoso pero los negros con diferentes texturas, intensidades y presentaciones estaban en su punto.

Para beber fuimos directos a un blanco, un godello, Neno de Viña Somoza, capaz de acompañar hasta el postre de chocolate.

Unos cafés para finalizar. Factura sin sorpresa: 2 menús y una botella de vino. Un gran servicio en sala tanto en comida como vino en un ambiente elegante. Así se puede celebrar cualquier cosa.

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