Situado muy cerca de las Torres de Serrano, en los bajos de un edificio de solera. Local amplio en forma de L con buena iluminación natural. Sala principal apta para unos 60 comensales y un pequeño reservado para una docena más. Predominan los colores claros, decoración con cierto aire nórdico, para mi gusto un tanto fría y con algunos elementos decorativos muy curiosos, como un ciervo de plástico colgado en la pared. Las mesas vestidas con caminos de mesa de hilo y con una separación envidiable entre las mismas. Muy a la moda, las sillas son distintas unas de otras.
Ofrecen cocina de mercado con una pincelada creativa, de bonitas presentaciones y perfecta ejecución. Cocina sin sorpresas, pero muy bien resuelta, sabores conjuntados y contrastados permiten el disfrute del comensal.
Además, esta buena cocina la ofrecen a precios muy ajustados. Disponen de carta, pero el gran valor añadido de este restaurante reside en el precio cerrado de sus menús. En estos tiempos difíciles no tener sorpresas en la factura final agrada y convence a la gente. Un menú diario a mediodía por 19 € que incluye tres entrantes a compartir, un segundo y un postre a elegir entre tres apetecibles opciones, además de una bebida, el pan y el café. Por la noche el menú degustación por 26 €.
Los artífices de esta cocina son Guillermo Pérez y Rubén Navarro quienes después de su paso por famosos restaurantes del panorama español decidieron emprender, primero y junto a Claudia Peris en el exitoso Mar d’Avellanes y desde el julio de 2013 los dos en solitario con este proyecto propio que es el restaurante Blanqueries.
Destacable el servicio en sala por su simpatía y buen hacer, con una clara vocación de servicio. Afortunadamente el capítulo del servicio va mejorando poco a poco en España. La cocina ha dado un salto cualitativo, pero la asignatura pendiente sigue siendo el servicio. Tres son las personas que ofician en sala: Esther (que también se responsabiliza de los vinos), Dora y Javi.
La carta de vinos es corta pero interesante, con referencias poco convencionales. Seleccionada con un simple pero estupendo criterio: los vinos al gusto de Esther y con unos precios adecuados y competitivos. La cristalería de calidad, Schott creo recordar y el servicio del vino informal pero suficiente. Cada vez valoro más que me guste la oferta de vinos y que las copas sean de calidad y no tanto una liturgia completa y pomposa de servicio.
Fuimos a mediodía y decidimos probar su tentador menú que consistía en:
Aperitivo de cortesía: crema de verduras y buñuelo de bacalao. Servido en un original vaso cerámico que imita un vasito de cafñe de plástico. Buena forma de empezar.
Entrantes a compartir:
Ensalada de foie y manzana. Los dos elementos principales cortados a bastones, la manzana fresca y el foie en conserva. En este contrastado dueto la manzana aporta frescor y acidez a la densidad grasa del foie. Completaba la ensalada un popurrí de brotes verdes y un, a mi criterio, descolocado tomate que poco decía allí.
Capuchino de queso de cabra. Servido en vaso de zurito. Crema de calabaza al fondo y una mousse de un suave queso de cabra completa el vaso, acompañado de algún fruto seco. Se presenta tapado de una fina rebanada de pan de semillas crujiente. Para comer de abajo a arriba. Plena armonía de los dos ingredientes principales.
Huevo crujiente con cremoso de patata. Una de las combinaciones recurrentes hoy en día, pero no por ello me canso de comerla. En esta ocasión muy bien resuelta. Cada uno de los componentes perfectamente cocinados aportando al conjunto un gran equilibrio y sabor.
Segundos:
Arroz meloso de sepia, rape y alcachofas. Fue mi opción. Un sabroso y equilibrado arroz, servido caldoso que no meloso. Con suficientes tropezones, de buen fondo y acertado punto de cocción del arroz.
Otros pidieron la corvina y el canelón y todos quedaron bien satisfechos con su elección.
Postres:
Semi-frío de chocolate blanco al cardamomo con bizcocho de zanahoria. Mi opción, acertada combinación de sabores, postre que en conjunto resulta ligero y equilibrado. Por gusto personal me hubiese gustado un bizcocho de zanahoria de sabor más intenso.
Ensalada de fruta con chocolate.
Financier de almendra con manzana, canela y chufa.
También en esta ocasión elegimos todas las ofertas posibles y todos colmamos nuestro “diente dulce”.
Para beber, tras unas refrescantes cervezas, un novedoso Finca Calvestra 2012 monovarietal de Merseguera. Una maravilla de vino, delicadamente frutal con un fondo tenue de madera. Si Toni Sarrión triunfó y sigue triunfando con la Bobal, ahora apuesta por la también autóctona valenciana Mersegurera elaborando uno de los mejores blancos del Mediterráneo. Para los incondicionales del tinto nos recomendó Esther un buen Douro, el Seis Quintas de Martúe 2011 Reserva.
Si quieres disfrutar en Valencia de una cocina de mercado e inspiración mediterránea a precio cerrado y de ejecución impecable, éste es tu restaurante.
Post completo con fotos en: http://www.vinowine.es/restaurantes/restaurant-blanqueries.html
Estoy de acuerdo contigo, cada vez me importa más poder hacer una buena elección de vino y que las copas no lo estropeen que que me rellenen la copa o hagan cosas muy especiales para abrir la botella.
Saludos!
Hay que ser prácticos...
Ya era hora José ;-)
Enhorabuena por el disfrute y por la crónica. Nosotros fuimos apenas abierto y con esa nos hemos quedado. Habrá que poner remedio...
Un abrazo
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