Restaurante Algiubagio en Venecia
Restaurante Algiubagio
País:
Italia
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
42,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
66 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
9.1
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
9.5
Comida COMIDA
9.0
Precio medio entorno ENTORNO
10.0
RCP CALIDAD-PRECIO
8.0
Opiniones de Algiubagio
OPINIONES
4

No había duda, no había otra: en nuestra estancia en Venecia había que ir sí o sí al Algiubagio. Lo dice Joaquin1965 y eso es palabra de ley.

Oye, ¿y para qué esperar? Llegamos a Venecia justo la tarde del día del padre… ¡pues a cenar ahí esa noche mismo y lo celebramos a lo grande!

Así que bajada del vaporetto en Rialto, chek in, desmaletización, directitos a ver la plaza de las plazas, o “la plaza” (es la única de Venecia que puede ser llamada así, la plaza de San Marcos, las de más son “campos”), delicioso paseo hasta Rialto otra vez, un prosecco con baccalá mantecato para reponer fuerzas y zapateando para arriba hasta Fondamenta Nove, que es donde está el restaurante, cruzando Cannaregio después de gozar San Marco y Castello. Tres sestriere en un pis pas. Cuando ves el plano acojona, pero en la realidad luego es que llegas rápido a todos los lugares paseando. Y con lo divina que es la ciudad, aún se te hace más corto.

Ahí está Algiubagio, frente a la isla-cementerio (que no vimos ese día por ser de noche, pero sí otro día pues de ahí parten los barcos hacia Burano y Torcello). Ahí, en primera línea de mar, con una extraordinaria terraza flotante (que tampoco disfrutamos porque hacía frío y no había luz). Si algún día vuelvo a Venecia iré a comer a Algiubagio, de día, a la terraza, frente a San Michele.

El interior es sencillamente delicioso. Se trata de un antiguo cobertizo del siglo XV del que mantienen algunos elementos -como los altos techos, vigas y artesonados de madera, o alguna pilastra de piedra- combinándolos con otros muy modernos, antagónicos a los anteriores, como los tubos rollo industrial o las enormes lámparas de araña retorcidas, y con otros de corte clásico. Fantástico.

Y encima tuvimos la suerte de que nos acomodaron en el lugar más íntimo de la sala, en la zona central de la misma en un espacio que se retranquea dando lugar a una especie de “semi-reservado natural” con una mesa redonda bien vestida, con unos vasos de Murano que te mueres, y vinoteca de madera ambientando. Jo, qué bien, chico.

Carta poblada de referencias variadas y varios tipos de menús, como cinco o seis. Qué coño, es el día del padre (la excusita me dio mucho juego, y mira que soy yo poco de chuminadas de estas, pero ya te digo), nuestra primera noche en Venecia… vamos al top, al Menu Degustazione. Y, excepto el tiramisú -que lo añadimos por consejo del catedráticomaño1965 y por aclamación popular de mis chicas- esto comprendía el citado menú:

Tartar doble: Atún rojo con crema de wasabi y miel / Denton con remolacha agridulce y queso de cabra

Crema de patata y trufa negra con vieira al regaliz

Bigoli con gambas ahumadas, topinambur y granada

Pez limón marinado en café y chocolate con crema de apio, endibia belga y castaña

Merengue de manzana con crujiente de castañas y naranjas

Tiramisú

El tartar doble abrió fuego, fuego amigo: correcto el de atún y bueno el de denton. Aquí tuvimos un momento de confusión porque en la carta decía lubina. ¿Lubina? Joé, ¿cómo va a ser esto lubina? Y venga a darle vueltas, mmmmm, rico, pero ¿lubina? Y no, amigo, lubina no, denton –nos dijo el camarero- disculpen las molestias. Ahhhh, qué listos somos, laos.

Vamos a por la crema de patata con tartufo. Mira que hacen bien esto los italianos. Estaba de 10. No le vi mucho sentido al medallón de vieira de encima, pero la crema, de 10.

Y cómo no, pasta, llega la pasta. Estamos en Italia, amichi. Pasta per tutti. En este caso, bigoli. Riquísimos. Al dente más extremo, se terminaban de hacer en el plato. Los bigoli son parecidos a los spaguetti, más gruesos quizás, se trata de la pasta típica de la región, del Véneto. Muy bien traída esa combinación de la gamba ahumada con la solidez del topinambur y la frescura explosiva de los granos de granada.

Plato principal: pescado. Esto es Venecia, aquí carne… poquita. Pescado, pescado, y qué bueno suele estar. La pena es que lo hacen demasiado, como pasó con este pez limón, de una calidad máxima, curiosamente marinado en café y chocolate.

¡Que llegan los postres! Mis hijas llevaban esperando el tiramisú desde que entraron. Sacaron primero el merengue, rrrrrico, y la sorpresa fue que mientras lo tomábamos, un camarero trajo un carrito, se puso junto a nuestra mesa, y nos preparó el tiramisú sobre la marcha, en directo y por televisión. Los he comido mejores, pero el punto efectista del tema lo hace inolvidable.

¿Para beber? Pues hombre, estando en el Véneto, cuna del prosecco… pues empezaremos con él. ¿Dulce, seco…? Seco, seco, no fastidiemos. Pero oiga, vaya preparando un buen tinto, que hoy tengo yo antojo de buen tinto italiano. ¿Tinto? Con esta comida va a ser difícil. Aceptó el reto y apareció con tres botellas en la mano, nos dijo que a su gusto cualquiera de ellas podía armonizar bien, nos describió con sabiduría cada una, y elegimos, qué bien elegimos, un valpolicella.

Seco y fresco, muy fresco el prosecco (ya lo buscan ellos, ya, el prosecco lo conciben así, ligero y desenfadado, para consumir pronto). Nos sacó un Bosco di Gica Brut Valdobbiadene Prosecco Superiore.

Y el tinto… ¡Diosssss! Comí bien en Algiubagio, pero fíjate tú que lo recordaré por la puesta en escena del tiramisú y por este vinazo, una auténtica delicia, de una ligereza casi aérea y una boca de enamorar, con las cerecillas ensambladas con la amable madera avainillada, una acidez que te elevaba y un postgusto que invitaba a beber... y comer más. De nombre, apunten, Vicentini Agostino Palazzo di Campiano 2011 Valpolicella DOC Superiore.

El servicio, bueno, muy bueno, serio, elegante, mucho oficio. Un pero, no imputable a sala sino a cocina: muy lentos, demasiada tardanza entre plato y plato. Menos mal que estábamos de muy buen humor y corría el vino, el buen vino, porque esos decalajes pueden arruinar una cena.

Y de vuelta a Rialto. Qué divino es pasear sin prisas por Venecia, con el estómago lleno y el ánimo subido. Por esa zona de Cannaregio, muy, muy poco transitada hasta que de pronto hueles que te acercas a San Marco y comienza el mogollón, el alegre mogollón. En Venecia todo es alegría. Y si sales de cenar en Algiubagio y beber prosecco y valpolicella, no te quiero ni contar.

En el anterior comentario les aconsejaba a Ustedes -si así lo estiman conveniente- ubicarse en un hotel del Barrio de Santo Croce cercano a la Estación. Si así lo hacen, y después de que, con buena lógica, vayan a visitar los sitios más populares -Piazza S. Marcos, Iglesia S. Marcas, Palazzo Dogale, puente de los suspiros, puente de la academia, Rialto, la fenice ...-, seguramente se preguntarán aquello de ¿y ahora qué?. Pues déjenme que se lo explique en un rápido brevete que les encaminará, directos, al que, en mi modesta opinión, es uno de los restaurante estrella de la Serenísima.

Sitúense en la Estación (Ferrovia) -al que podrán acceder a través del Puente de Calatrava (al que, según mis noticias, aún andan buscando en Venecia)- y en esa acera se adentrarán en la calle Terrá Lista di Spagna, la cual nos dará paso a una larga avenida en la que se puede visitar el ghetto judío o enlazar con la magnífica Strada Nuova. El paseo es agradabílisimo, se ve la vida veneciana en toda su plenitud (bares, restaurantes, bonitas iglesias visitables, comercios y tiendas a tutiplén, vendedores de fruta, heladerías...) y, oigan, con pocos puentes que subir y bajar, lo cual no es lo de menos.

Y tras un bonito y tranquilo paseo de aproximadamente 1 hora/1,30 -en función de que se paren más o menos- llegarán al Campo dei Santi Apostoli, donde se encuentra la iglesia del mismo nombre y un par de baretos interesantes en donde les aconsejo, como paso previo a la comanda, tomarse un vino, cerveza o, si les entra la vena veneciana, un spritz o un bellini. Y, si quieren, un pequeña tapa veneciana (ciccheti). De ahí, al restaurante, escasos diez minutos.

Y entremos en faena, la cual se me presenta hoy mucho mas breve, porque el restaurante en cuestión ya ha sido comentado por mi en dos ocasiones -aunque he estado más-, lo cual me evita hacer más alusiones a un entorno que se resume en una sola palabra: extraordinario. Porque es un restaurante, de corte moderno, que no puede ser más elegante.

Servicio del vino: Como siempre, impecable. Excelente coperío. Quizá he notado, esta última vez, un menor stocks de vinos a elegir y un ligero aumento de precio. Aun así, la oferta es destacable y están muy bien cubiertos. Si a ello le unes un trato excelente al cliente y un servicio de muy buen nivel, poco más se puede añadir. Nuevamente se optó, en esta ocasión, por un blanco chardonnay del Alto Adige que acompaño perfectamente la comida.

Y vayamos con la comida:

Les diré que tenía pensado ir a cenar, pero cambié la opción siguiendo un sabio consejo de mi mujer “Vamos al mediodía, que para cenar siempre comemos menos”. La frase es, sin duda, acertada, y pone bien de relieve que aquí se disfruta. Por ello, cambiamos la opción de inmediato, enviando un mail que fue contestado por el dueño y chef del restaurante (Giulio Antonello) en escasos 5 minutos, sin poner ni un problema para ello.

Sentados ya en la mesa, y una vez saboreados los excelentes grissinis para acompañar un buen entrante de una bola de queso con mermelada de tomate, procedimos con la degustación de los siguientes platos:

1) En mi caso, de primero, un carpaccio de gambas con melón, acompañado de una cigala servida aparte en un cuenco bañado en mojito con esencia de ron. Fan-tás-tico. Qué platazo para los que gustan del marisco en crudo. Presentado en un precioso plato trasparente de vidrio, en un lado el carpaccio, de sabor sublime, y en un pequeño recipiente la cigala descabezada con la cola sumergida en el granizado de mojito en el que la cigala -prácticamente cruda- se iba empapando del sabor a ron. Sublime (10).

2) En el caso de mi mujer, un doppio de tartare de atun (atún en dos texturas), presentado sobre un plato de pizarra. Una parte del mismo -más crudo- acompañado con el consabido wasabi y -curioso- una salsa de miel; y la otra parte, de presencia un tanto menos cruda, acompañada de una salsa ligera de puerro. Buenos ambos, si bien, a mi entender, el tartare debía haber sido presentado un tanto más picado (8).

3) En cuanto a mi segundo, Pasta rellena de queso envejecido, setas crudas y salsa de perejil. 5 trozos de pasta de aspecto similar a los raviolis, perfectamente cocidos y con una maravilloso contraposición de sabores entre el queso y la salsa. Las setas, “haciéndose” a su vez, aprovechando el calor del plato. Muy rico (9).

4) Para mi mujer, unos raviolis con crema de sepia y tomate, al perfume de rosmarino y chocolate. Otro cañón, perfecto en su cocción, en su ejecución y en la conjunción de sabores. Buenísimo (9,5)

Evidentemente, de aquí no nos íbamos sin postre. Pero suelen tener el detalle, antes de proceder a la toma de nota del mismo, de ofrecerte un pequeño sorbete -servido en vaso de chupito- de un muy buen sorbete de limón a la menta, cortante y acídulo (como debe ser), pero, a su vez, de una textura cremosa que te hace olvidar lo anterior.

Y llego el postre, volviendo, como es obvio, al que ya tenía pensado desde la primera vez que lo probé aquí: el tiramisú. Les diré una cosa, no me satisface demasiado este postre, pues a veces aprecio un exceso de sabor a café que me provoca hacia el mismo una cierta reticencia.

Pero esto es otra cosa, perfecto en todos sus ingredientes, suave, cremoso, con un excelente mascarpone .... Y esa presentación en deconstrucción asimilando una montaña o volcán. Bufff ... otro 10.

Acompañan a los magníficos grissinis, unos panes correctos y variados.

Con un café adicional y un GT por mi parte, la cosa salió por 60 euros/pax.

¿Qué más decirles del lugar? Pues sólo una cosa, con la que cierro ya mis comentarios Venecianos, los cuales dudo que pueda retomar ya en mucho tiempo-: que si ponen los pies en Venecia durante varios días, ésta es una visita obligada. Pero si sólo paran un día, ésta es, sin más, la opción. No lo duden ni un momento.

Aprovechando una nueva visita a Venecia -esta vez acompañado por la Jefa-, procedo a repetir la tournée restaurantera por aquellos establecimientos de dicha ciudad en los que he disfrutado. Y, cómo no, la primera cena (aunque no el primer restaurante) no podía ser en otro que éste. Y fue cena porque, si bien seguramente se disfrute igual, en lo gastronómico, a la hora de la comida, también lo es que seguro que no es exactamente lo mismo.

No describo con detalle ni situación ni entorno por haberlo hecho ya en mi anterior comentario. Basta recordar que nos encontramos en un sitio con un ambiente insuperable. Moderno, relajante, cómodo, elegante. Sus comodísimas sillas, su estupenda decoración (las lámparas, los retratos en la pared), la moderna cubertería -excepción hecha de las palas de pescado-, las combinaciones de colores, las maderas, los manteles blancos, la limpieza. Con una iluminación intimista, una música suave. En definitivo, todo. Un master class de cómo montar un atmósfera excepcional.

En cuanto al servicio del vino, no puede pedirse más. Muy profesional. Copas perfectas. El vino elegido no estaba aún a temperatura adecuado, por lo que se dispuso la oportuna cubitera -de diseño-, estando el camarero pendiente todo el rato de la temperatura y de rellenar las correspondiente copas. Por otra parte, y dado el que vino no estaba a su temperatura ideal, se nos sirvió, por cuenta de la casa, un spumante a perfecta temperatura.

La carta de vinos es amplísima, si bien, en esta ocasión, observé un incremento de precios en los mismos respecto de la anterior ocasión; se ve que el sitio tiene éxito. En concreto, el vino elegido fue, de nuevo, el alois lageder (gewu), que si en la anterior ocasión tenía un precio de 26 euros, ahora ya andaba por los 35, lo cual, a mi juicio, resulta exagerado y hace perder al restaurante un escalón en la RCP. La razón de la repetición era clara: en la primera comida los vinos elegidos no fueron del agrado de la Jefa y acudir a su uva preferida siempre es un recurso seguro.

En cuanto a la comida, la misma vino precedida de un aperitivo de la casa, consistente en un queso fresco sobre una base de crema de calabaza y patatas fritas especiadas cortadas en finas láminas. Presentado en una pequeño vaso tipo chupito con dos cucharillas de plástico. Muy rico y de buena textura.

El primer plato (para compartir), consistió en un carpaccio de ternera con canónigos. Perfectamente fileteado y abundante, siendo la ración más que suficiente para una persona. Muy buen sabor y magnífica calidad de la carne. Acompañado de un muy agradable especiado y con un excelente AOVE.

En cuanto a los segundos. Para mi mujer, un atún rojo con verduras (patata, pimientos y calabacín). Presentado, en un enorme plato blanco, en capas y simulando la forma de una pirámide. Ración abundante. Magnífica cocción, vuelta y vuelta. Excelente sabor. Y para mi una cola de rape con base de tomate y verduras, de menor contundencia y sabor que el anterior, pero igualmente bueno. Presentado en trozos de tamaño algo inferior a una nuez, el pescado se deshacía en la boca.

En cuanto a los panes: 4 bollitos de 2 clases diferentes y riquísimos. Acompañados asimismo de los correspondientes grissinis caseros, presentado todos ellos en un plato blanco alargado muy elegante.

Postres no hubo -había sido suficiente- pero no puedo dejar de recomendar el tiramisú que me tomé en mi visita anterior -probadlo, que no arrepentiréis-. No obstante, tuvieron el detalle de sacarnos -sin cobrarlo- dos mini vasos (de nuevo el chupito) de helado de limón con hierbabuena, muy bueno y cremoso.

Todo lo anterior se remató con el GT de turno (sólo uno) -7 euros-, para dejar una cuenta final de 116 euros, que, salvado el tema vino, constituye, a mi entender, una RCP más que correcta.

Finalizada la cena, el paseíto de turno hasta el hotel, esperando la siguiente oportunidad de acudir a este magnífico lugar. Y una cosa más, para quienes seáis comodones, tenéis una parada de vaporetto en la misma puerta del restaurante. Pero, ojo, pilladlo en la buena dirección ;-)

Antes que nada, os comento dónde hay que hacer la reserva:

[email protected]

Y ahora os explico el porqué.

Después de mi anterior visita a Venecia, ruinosa desde el punto de vista gastronómico, me perjuré para que no me volviera a pasar, hasta el punto que pude encontrar una maravilla escondida, fuera de los lugares más típicos de Venecia, lo cual, en ciertos momentos, no deja de agradecerse.

Situación y entorno: Como comento, el restaurante se encuentra fuera del circuito turístico, en la fondamenta nuove, enfrente de la Isla de Murano. Se puede llegar en vaporetto, pero como te toque un día de acqua alta, no pretendas volver en él, porque no podrás. Sinceramente, recomiendo ir a pie, dando una vuelta por un barrio como el Canareggio, con su strada nuova y campo de santi apostoli, lugar que está ya a 5 minutos del restaurante.

El entorno exterior es una maravilla.. Una terraza con 20 mesas situadas bajo unas pérgolas blancas muy bonitas -cuando pueda subiré las fotos- y sobre una especie de piso de madera muy agradable. Vistas: todo el canal para tí. Si puedes, reserva en las mesas que dan al borde del canal y poder ver el atardecer (si es verano, obvio).

Junto a ello, el resturante tiene un parte interior, en la que cabrán, aproximadamente, unos 60 comensales. Una auténtica pasada..!! decorado con un gusto, a mi juicio, exquisito, incluso más bonito que el exterior que, cuidado, ya es decir. Parece una fábrica de cerveza en su concepción -con los tubos de los aires acondicionados por fuera-, con vigas de madera y, con el añadido de dos lámparas de Murano maravillosas que le dan el toque kistch. Si tengo un restaurante algún día quiero que sea como éste, quiero al decorador que lo hizo.

Se reserva donde se quiera, indicándolo en el mensaje.. Pide lo que quieras. Si lo tienen, te lo darán. Otra cosa excepcional: el servicio, simplemente fabuloso. Si es dentro, pedid al fondo del restaurante.. y contemplareis una bonita panorámica.

La prueba de ello: reservé en el exterior -junto al canal- esperando que este maldito tiempo que nos azota nos diese una tregua. Se estaba bien, pero hacia fresquito. Me fui al baño, y mi mujer pidió el cambio al interior; ni una queja, casi ni me dio tiempo a volver fuera: ya estaba la mesa preparada dentro.. y qué mesa, con la vista de todo el restaurante, que, por cierto, estaba hasta arriba.. y no es de extrañar.

Buenas mesas, aunque no muy grandes. Sillas magníficas. Limpieza absoluta, ahí no hay una mota de polvo. Otro detallazo: la separación entre mesas: con las propias cajas de madera de los vinos que tiene: gajas, conternos, sassicaias, amarones, para empezar, y alguna concesión a cajas francesas -Don Perignon, por ejemplo-. No es extraño, por la referencia número 150 dejé de contar. En fin, para decirles que dónde lo teneis chatos, que yo me quedo a dormir.

Muy buenos cubiertos. Muy, muy buenas copas. Nada más pedir el vino -no es preciso decir, visto lo ya dicho, que tienen una bodega más que interesante- ya te lo tienen allí. Presentación de la botella, buen descorche, perfecto servicio y otro tapón a la saca. Nos fuimos por un alto adige de alois logeder (gewu) que estaba muy rico. Servido a su temperatura correcta y, como no, con la cubitera con sus hielos aparte y su servilleta. El camarero -teníamos uno para dos mesas- nos servía cada vez que pasaba (muy bien).

Y vamos a la comida: buena variedad, los típicos antipasti pero en cocina trabajada.. por ejemplo, aunque no los pedí, aún estoy pensando en los capesante (vieiras) con esparragos verdes y jugo de lima ¡¡que lástima!!.. Muy bien para empezar. Junto a ello, 6/7 tipos de pescado y algunas carnes.

Como era cena, fuimos a un solo plato: la pasta, que estaba inmensa. Tienen de todo tipo y variedad. Mi mujer y yo vimos los raviolis, y de cabeza a por ellos: los mios.. raviolis negros y blancos con salsa de calabaza y mejillones.. presentación magnífica en un plato muy bonito. Perfectamente cocidos -dente-, perfecta conjunción de sabores (de 9).. pero nada que ver con los de mi propia: raviolis al tartuffo con funghi .. incomparables (10). Buena cantidad en ambos casos.

Para completar -que se me olvidaba- dos variedades de pan (bueno), grissinis y mantequilla salada de las buenas.

Y vamos con el final: ya no sé cuánto tiempo hacía que no tomaba postre en un restaurante (salvo quesos, algún sorbete o un PX o similar). Pues, desde luego, aquí ni me lo pensé.. y mi mujer -mejor crítico que yo en este tema- tampoco. Y nos arriesgamos con uno que, siendo de los más típicos italianos, no suele ser de mi agrado por el amargor que suele dejar a café: el tiramisú.

Glorioso: una presentación no en la típica plasta cuadrada, sino en deconstrucción, en forma de volcán.. dulce, gustoso, cremoso, sabrosísismo, mínimo punto de amargor.. se derritía en la boca. Otra estrella de la velada.

Y todo por poco más de 40 euros por cabeza (de lo cual aproximadamente una tercera parte era del vino).

Hasta los servicios tiene su aquél: son unisex y sin espejo, aspecto este último que, oigg, fue el único que no le gustó un pelo a mi mujer (coqueta ella).

¿Algo más que añadir? Por supuesto, que sólo me falta enterarme cuando tengo que volver a Venecia en Junio para volver a reservar, a disfrutar, aquí. Por eso os indicaba la dirección al inicio de este comentario.

Una joya más para Venecia.

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