Hotel situado en el excelente centro de convenciones de la ciudad, ideal si se está de Congreso como era el caso.
Es el más grande de Escandinavia, en forma de 2 grandes torres, la este y la oeste. A pesar de su tamaño nunca tienes sensación de agobio y los trámites de entrada y salida son rápidos. Apenas se ve personal por los pasillos, y pese a eso todo está impecable.
Las habitaciones no son muy grandes, no les sobra nada pero tampoco les falta absolutamente nada: cama grande y cómoda, armario no muy espacioso, caja de seguridad de buena capacidad, buen sistema de aire acondicionado, mesa de trabajo muy completa con conexión gratis a internet rapidísima. Otros detalles más del cuarto: tabla de planchar y plancha muy útil, secador de pelo bastante bueno y tetera con té y café.
El baño no es muy grande pero también muy correcto, sin bidé, con plato de ducha, toallero-radiador, por lo que las toallas siempre están a punto. Adminículos los justos: jabón, champú y punto.
El desayuno se sirve en un enorme comedor, de decoración casi espartana muy en la línea sueca: servilletas de papel, sin mantel, mesas desnudas. La oferta de comida correcta, con una cosa curiosa: no hay prácticamente bollería, salvo una especie de bollo y pare vd. de contar.
El hotel dispone de un restaurante italiano del que colgaré nota en la sección de restaurantes y un bar-restaurante en el piso 23 en el que hay muy buenas vistas de la ciudad. Allí se puede tomar un bocado y tomar una copa bastante bien preparada.
A pesar de que hay 5 ascensores por torre y son rápidos, como hay tantos pisos la sensación es de lentitud. Necesitas meter la tarjeta en una ranura para que el aparato funcione.
Está justo enfrente de un parque de atracciones muy famoso en el país y a apenas 10 minutos del centro, al que se llega caminando con facilidad.
En resumen: un hotel cómodo y funcional, bien situado, sin lujos pero agradable.