Volvimos este verano. Ha cambiado la Dirección. Ahora lo lleva el propio dueño. Apenas se ha notado. Sigue estando el mismo recepcionista (majísimo), Ivo, y parte del personal de la visita anterior. Se nota algo menos cuidado. Los monitores, algo más sosos que los anteriores. Han modificado algo las fechas de las temporadas, lo que ha repercutido en una bajada del precio respecto al que pagamos hace 2 años. Este año, debido a las lluvias caídas por la zona, se veía más frondoso el entorno. Incluso el riachuelo que cruza llevaba agua. Como siempre, clientes sevillanos, onubenses, gaditanos,...

Los desayunos han bajado algo. El único fiambre era jamón York y el zumo de naranja es del envasado. Un día apareció zumo de piña en su lugar, sin previo aviso. Si lo pides, te ponen un trozo de melón o sandía. La fruta, poca y con un aspecto poco apetecible.

En Recepción hay un anuncio que informa de que hay en proyecto la construcción de un balneario. Sin fecha prevista.

En fin, sigue siendo muy recomendable para familias con críos y, por supuesto, para parejas que busquen un entorno romántico ;-)

Fuimos el verano pasado. Nos lo recomendó una chica que vive por la zona. Está en medio de la dehesa. El hotel consta de 40 cabañas, el edificio de recepción, el restaurante, un edificio para actividades varias -donde también juegan los críos- y una piscina a unos 300 metros del restaurante. Lo mejor: los críos tienen actividades toda la tarde y buena parte de la noche. Los dejas después de la siesta, te los devuelven para cenar, y no los vuelves a ver hasta las 12 de la noche. ¡Una delicia! tanto para los padres como para los hijos.
Como ya colgué la nota del restaurante, no insistiré en el tema.
La cabañas están bastante bien, limpias y aceptablemente confortables. La nuestra tenía dos camas de matrimonio y resultó un pelín pequeña para los 10 días que pasamos.
Se llena de sevillanos y gaditanos que huyen de las multitudes de la playa. Hay que llevar ropa de abrigo, ya que refresca bastante por la noche.