Solanes emana la franqueza del Priorato, evoca cada uno de sus rincones con sus aromas, su potencia y su estructura, refleja el rostro de Adrià Pérez, su enólogo y miembro de una de las familias más conocidas de la zona, del que ya ha arrancado una nueva generación.
Solanes emana las licoreias, suelo único y representativo del Priorat, con una mineralidad abrumadora: piedras mojadas manchadas de tinta china se tornan volátiles para alcanzar nuestros sentidos; Solanes evoca hasta la burra atada de Porrera que hace años se quedó sin dueño: su pelo queda patente en el caldo, el rebuznar de la misma huele a almendras e higos, a la hierba que recién acaba de pastar, a las resinas que se adhieren a su piel. Solanes refleja el rostro de Adrià: joven de cepa vieja, encantado de pasear con su Land Rover mientras cuenta las excelencias de trabajar con un ph bajo que dota al vino de complejidad.
Solanes es como su bodega: cooperativa centenaria, de aspecto exterior austero y serio, esconde bajo ella preciosas estampas que quedan el iris y al recordarlas empañan los ojos.