Roulot me apasiona. La cuestión ya no es sólo que ha duplicado su precio en menos de cinco años, sino que además en estos momentos es casi imposible de encontrar, y cuando lo hago, nunca puedo comprar todo el que quiero, pues siempre hay alguna cantidad máxima. Por eso, cada vez que me topo con él, lo elijo. Con este 2019, que además no había probado anteriormente, me queda el consuelo (el consuelo del pobre), de que es, al menos, un mini “Villages”.

Amarillo pajizo, limpio y brillante.

En nariz nos encontramos con todo lo esperable: cítricos, hinojo, hierba fresca, anisados, pimienta blanca, piedra de fusil, humedad…

La boca, aunque es fluida, posee esa “grasa” tan habitual en Meursault (sigo diciendo que el que no se consuela es porque no quiere), muestra una acidez notable y una fruta marcada, aunque no exuberante. Precisión y esbeltez, adjetivos que siempre enuncio cuando cato este productor.

Final largo que aúna fruta y mineralidad.

Qué bueno siempre.