Con garnachas y rieslings (aunque una syrah vale una misa) y el presbítero de Bailen.

De pequeño, jugar a monaguillo en la misa del colegio era un premio. Te daban alguna propina y unas galletas con un sorbito de quina o parecido. Yo no sabía qué era aquel dulce, daba lo mismo, deshacía los pastelitos en la boca y te dajaba como un carmín amielado en los labios que duraba un rato largo...

 Osborne (hermoso toro) Bailen Oloroso es caoba brillante. Un detalle todo en nariz con fragancias y potencia. Alcoholes de buena calidad. Impresionante en boca, un delirio, seco, suave, con buen equilibrio y larga persistencia. Es un vinito de apenas unos euros. Sabe muy bien.

Maridar vinos es maravilloso. Tienen que crujir cuando los masticas, su uva tiene que sonar, tiene que llegar entre las yemas perfectamente al panel de control de nuestras sensibilidades, donde el vino toma forma.

 Paul Jaboulet Ainé de Domaine de Thalabert Crozes-Hermitage 1999 para estirar el estilo de una franja de vinos muy calientes. Es una shiraz pesada, la fruta muy activa, con cortes de acidez casi envueltos en flasback, apunta mucha mineralidad y acompaña en el recorrido. Insistes y poco a poco se va alargando, es verdad que son vinos de mucha paciencia. Unos rollitos de primavera con salsa picante, unas manitas (patitas delanteras) de conejo fritas con miel. Manzana asada.

El Vieux Télégraphe, Châteauneuf-du-Pape, 1998 es la garnacha de ellos, un poquito raspona siempre, aunque con añitos se pone casi en flor madura, buena especie que se alarga y un poco chillona, picante, con más volumen y más terciopelo, aunque su conjunto no es eterno, te da tiempo a una segunda copa y echarte unas cartas pero no dejes el vino. Sabe bien, es verdad, pasa fenomenal con algo de carne cruda picada y huevo rallado con espinacas. Un poco de mojito palmero sobre la papa caliente y más nada. Queda como monastrell así tal y cual...

La Landonne, el Côte-Rôtie de Delas trae sutiles notas de pan y aceite entre un cassis maduro y violetas. Es un vino de postre casi, a lo largo de la noche de luna en el balcón

 Los gustos pueden variar. Hay ratos en que sólo funciona una parte de tu sensibilidad, la que Andrzejewsky coloca en los salones de la duquesa d'Uzerche, donde sirve una taza de té a sus invitados, sentados en los sillones Luis XV. Memorable. Las manos femeninas, el juego de muñeca, los guantes de piel suave, los gestos reflexivos encima de la copa, los recuerdos de sus notas peremnes. Es otro flashback.

 El riesling del pago legal Niersteiner Oelberg de Kühling Gillot es un gran cru, fenomenal vino pesado, de apoteósica nariz, flores matizadas de fresca mineralidad y multivaridas especias y notas que encandilan el paladar. Muy largo, selecto, con una acidez que levanta el vino...Impresionante su gusto en boca con tocino y aceitunas.

Del vino de Vernay ( Daniel y Roland) un joven Côte-Rôtie recordar el afresado toque entre manzanas asadas y una nota de vainilla muy pura y dulce aunque me pareció al final un elegante y atrevido enyesque marinero, sabroso y graso.

 Un spätlese del pago Marienburg en Mosela podría terminar la cata pero quedó pendiente...