Sorprendente en todos los sentidos. En calidad de la materia prima, elaboración de los platos, presentación y servicio. Éste último apartado lo tengo que resaltar, el personal es todo amabilidad y servicio.
Hay que distinguir entre los Salones Ramona (para ceremonias), La Taberna (para tapear principalmente y vino por copas) de lo que es propiamente el restaurante, aunque todo está en la misma dirección.
Para quien me conoce daré un dato, en tres días fui dos veces, una a comer y otra a cenar, las dos salí encantado.
Aunque la cocina es básicamente manchega, hay platos para todos los gustos y también buen marisco y pescado, aunque sorprenda. Los dos días nos pedimos ventresca de atún, de lo buena que la encontramos.
Al principio tomamos unas tapas, algunas de ellas traidas de La Taberna, como unas sardinas ahumadas sobre lecho de tomate natural triturado.
Croquetas caseras, montaditos de anchoa y melva, sencillo pero sabroso.
Gamba fresca roja a la plancha, gazpacho manchego y churrasco de wagu.
La carta de vinos bastante completa, hay que recordar que uno de los propietarios es sumiller y han abierto la bodega para darle protagonismo al vino. Eso sí, el servicio se limita a la primera copa. Pero es algo que a mí no me molesta.
Lástima de los 100 km. que nos separan.
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