Local muy concurrido del centro de ZGZ, con una zona de barra con raciones y tostadas correctas, y con un apartado de Restaurante, el cual visitamos por primera vez. Bajo una estética demasiado anodina, se esconde una carta con bastantes cuestiones a debatir, una cocina sin elaboraciones atractivas, destinada a un público sin demasiada exigencia. Si bien es cierto que probamos un .muy buen rissoto de setas y langostinos, el resto de los platos son perfectamente olvida les.La carta de vinos es medio folio plastificado y arrugado, lo cual te deja atónito. El servicio carece de cercanía y amabilidad. Está todo el conjunto por pulir.

Esta es la historia de un gran bar/restaurante que tiene sus orígenes en el trabajo de una persona (Carlos) que trabajaba como camarero en un bar cercano (ahora casí vacío) y que, echándole valor y ganas, ha conseguido, con otros dos socios, elevar la tapa a la magnificencia. Y ahora va a por más porque va a ampliar su, hasta el momento, perqueño restaurante.

Comentaré las dos cosas.

Restaurante:

Pequeño (unas 18 plazas), al fondo de la zona de bar. No excesivamente ruidoso y con una decoración minimalista. Sin alardes, pero todo muy correcto. Muy limpio y gran servicio. Por poner un pero, quizá las sillas no sean en exceso cómodas. Buena vajilla (muy buena la presentación de las comidas) y cristaleria aceptable.

Por mi parte me decante por el menú. Gran menú por 15 euros (rissotto de hongos y trufas, hojaldre de txangurro y carpaccio de buey a la mostaza (primeros) y entrecot a la parrila, pularda confitada al horno, pluma, y salmon al vapor con esparragos trigueros, de segundo).

Quien suscribe optó por el rissoto de hongos, muy cremoso y de gran sabor.. quizá un pelín pasado de sal, pero a mi me gusta poco el tema sal. Excelente textura y magnifica presentación. Mi mujer optó por una tartaleta de txangurro de muy bien sabor y con un hojaldre excelente.

De segundo, yo me tiré por una pluma iberica sabrosísima (las carnes las bordan) y mi mujer por un salmon en el punto justo de coccion (muy rico).

De postre, una tarta selva negra y un yogur griego casero de los mejores que he probado.

Para beber, como vino del menú, un correctísimo aldeya.

Lo dicho, un menú excelente que cambia con frecuencia y con una RCP, a mi juicio, imbatible.

El bar de tapas:

Esto merece un punto y aparte.

Inmenso taperio. De todo lo que os podaís imaginar. Todo fresco, primera calidad. Las ensaladillas, los chipirones (muy frescos), el foie, el antes mencionado rissoto, los caracoles, las setas, las gulas con gambas, alcachofas, salmon, planchas variadas, algún vinagrillo, un sinfín de tapas a lo largo de unos 15 metros de barra y, como emblema de la casa, el majestuoso bula -un taquito de solomillo de cerdo con escamas de sal sobre pan untado en tomate-, fabuloso.

La higiene es absoluta (incluso se ve la cocina al fondo), el trato muy bueno y la calidad es indudable. Por 20 euros sales bien servido.

Buena variedad de vinos. Cerveza bien tirada. Cavas y algún Champán.

Servicio rápido y atento. Ambiente un tanto cool sin exagerar. Mucha limpieza.

Un contra: siempre hasta arriba, lo que es un buen indicativo de la calidad antes mencionada (unido a que van a ampliar negocio). Mi recomendacion es, si se va a tapear, prontito al mediodia (13 h.) y por la noche (sobre las 8.30/8.45).

Una auténtica delicia. Imprescindible en Zaragoza para disfrutar de una de las cosas en las que los españoles somos maestros por antonomasía: las tapas (y estar apegados a la barra de un bar, je, je).