Pequeño restaurante italiano muy centrico. Decoracion clasica con un comedor bonito panelado en madera y que parece por la disposicion , que en sus tiempos, fuera una tienda o una farmacia. Mesas de tamaño justo con aceptable separacion entre ellas. Servilletas de papel , manteleria , cristaleria y cuberteria de batalla. Muy buenas vistas hacia las dos plazas que lo circundan. En conjunto , el ambiente es acogedor y calido.
Cuatro comensales. Tomamos dos platos de Tallarines con salmon fresco (no ahumado) y 5 pizzas. La pasta un pelo pasada de punto lo cual siempre desvirtua el resultado. Pizzas aceptables , unas mejores que otras. Destacaron la calzzone y la proscciuto sobre la la de los frutos del mar. La de cuatro quesos conseguida sin mas. Todas las raciones generosas No tomamos postre
Servicio de sala atento, cortes y simpatico. Tardaron algo en los primeros , pero no en los segundos. Bebimos cervezas. No se puntua el servicio del vino porque no se pidió.
En general , se puede decior que es un restaurante que salva una comida en el centro de la ciudad con un marco agradable y comida sin emociones ni frustaciones
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