Éste restaurante, está situado junto al supermercado donde suelo comprar el pan y los embutidos, por lo que paso por su puerta como mínimo una vez a la semana, pero con mi despiste habitual no me había enterado de que el antiguo bar de pueblo, se había convertido en restaurante.

Me habían hablado muy bien de sus caracoles, así que para quitarnos el mal gusto de boca de una reciente experiencia “caracoril”, en un restaurante del que por cierto tengo que colgar el comentario, este sábado hemos querido comprobar si la información era correcta.

Ni el entorno exterior ni el interior es el de un restaurante de lujo, aunque se nota las ganas de hacer bien las cosas. Me ha gustado el detalle de poder ver la cocina tras una cristalera a la entrada.
Dispone de dos salones con mesas bastante justas de tamaño, menos mal que la mesa del lado estaba libre, ya que han tenido que adosárnosla para poder poner los caracoles. Mesas vestidas con el mantelito ese que parece estar de moda y que cubre solo el centro de la mesa, sin demasiada separación entre ellas y tanto cristalería, como cubertería y vajilla de batalla, pero podríamos decir que es un entorno correcto para su nivel y precio.

Personal joven, rápido, atento y con ganas de agradar, me ha sorprendido muy gratamente la cadencia de platos.

Como ya de entrada nuestra intención era la de probar los caracoles, fuimos directamente a la carta.

Para empezar,

Total 66.55€ para 2 personas.

Un restaurante que me ha causado una muy buena impresión, nos han comentado que disponen de un menú de diario a 10€ compuesto por platos de la carta, así que no creo que tarde mucho en pasarme para probarlo, y si es lo que parece creo que habrán ganado un cliente habitual.