Escribo esto veinte días después de la experiencia. Todos y cada uno de estos días me acuerdo de aquella cena. Cuando no es porque retoco las fotos, es porque la 2 emite un documental. Cuando no es porque alguien me pregunta cómo fue la experiencia es porque ojeo alguno de los libros que nos dieron a la salida. Pero pasemos a intentar resumir lo que fue aquella hemorragia de sensaciones.

Lo primero sorprendente fue la manera de conseguir la mesa. Mi hermana tenía una reserva para dos, a la que por supuesto pensaba acudir con su marido. El día antes le supliqué que llamara para ver si en vez de dos podíamos ser cuatro. Se alinearon jupiter, la luna y saturno, tiré el dado 100 veces y las 100 veces salió el 6, el caso es que le dijeron que sí. Después de los saltos de rigor, nos presentamos en el Vaticano de los gastrónomos, con curiosidad, ilusión, un punto de ansiedad y el miedo a que lo que uno ha imaginado tantas veces no llegue a lo que uno espera. A menudo lo peor de tener un sueño es llegar a cumplirlo.

Visita a la cocina, con Ferran saludando. Parco en palabras, concentrado en la maravillosa orquesta que detrás suyo ejecutaba las partituras que había compuesto durante meses. Y cuando aún nos estamos sentando empieza el festival. Fresa mimética con campari y bocadillo de mojito. Empiezan las risas nerviosas, llevas un minuto sentado y ya sabes que va a ser muy grande. Sorprende el trajín general. 22 personas de sala para 50 comensales. Bella coreografía de idas y venidas. Huela esto, coma en 2 bocados, instrucciones de uso en cada plato, para que el torrente de sabores fluya de la forma que el genio los pensó.

Así durante los 38 actos de esta maravillosa obra. Risas en todas las mesas, diversión general, muy lejos del ambiente snob que uno imagina en el mejor restaurante del mundo.

Con los días tengo sentimientos encontrados. Me siento un privilegiado absoluto por haber vivido esa noche, y a la vez envidio plenamente a los que no han ido ni irán. No se echa de menos a lo que nunca se ha tenido ni se añora el amor que no correspondido.

  1. #1

    Xeftom

    No sabia que aceptaban que se añadieran comensales a la reserva, de haberlo sabido hubiera cenado con un forero...

  2. #2

    Ohgreatbill

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    Fue un milagro, daba la casualidad que iba un habitual de la casa y aceptó cenar en la mesa que tienen en la misma cocina, por lo que pudo incorporarnos.

  3. #3

    Jeronimo

    en respuesta a Xeftom
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    Normalmente en una mesa de dos, caben cuatro. Lo complicado es en una de cuatro meter cinco.

  4. #4

    Jeronimo

    en respuesta a Ohgreatbill
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    Yo no soy habitual, pero si hay que cenar en la cocina no me importaría lo más mínimo.

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