Restaurante convertido ya en un mito, sobre todo después de

Restaurante convertido ya en un mito, sobre todo después de ganar el titulo de mejor restaurante del mundo en varias ocasiones y por la dificultad de conseguir una reserva.
Menú degustación obligado (215€) formado por 29 platos y unas 35 elaboraciones, en que se alternaban platos clásicos de otros años, con algunos de nueva factura. Platos que pocas veces exceden del templado, con una casi ausencia de carnes y con incursiones en la cocina oriental, concretamente en la japonesa, de la que Ferran Adria es admiradora.
Sabores ineditos y muy marcados y que puede llegar a resultar muy dificiles por la pureza y por las texturas a los que no estamos acostumbrados.
Destacaría mas de 10 platos de sobresaliente, de los que se quedan en la memoria gustativa (Aceitunas esfericas, bizcocho de sesamo, brioche frito Sanghai, judion con panceta joselito, sopa de tomate con jamon virtual, esparragos en diferentes cocciones, ñoquis de polenta con café, paisaje de otoño...) y con unos petit fours fuera de lo común.
Carta/tomo de vinos espectacular, con precios comedidos (2X sobre tienda), y con un sumiller que estuvo hace poco en Valencia, concretamente en Sargantana, dando una demostracion de su valía.

Llama también la atencion las características del comedor: rustico, acogedor y familiar, contrastando con la comida y en que te hacen sentir como en casa, sin tensiones ni agobios de ningún tipo, y con un serivio impresionante, de 10, que funciona como un reloj Suizo.
Otra cosa que se agradace es llegar al final del menú, sin ninguna sensacion de pesadez y podiendo disfrutar de todos los platos, sin problema, por lo que no recomiendo hacer ayunas antes de ir.
Como aspecto negativo, la subida de 30€ con respecto al menú del año pasado, quizás injustificada, no sé si para frenar un poco los cientos de miles de peticiones de reservas que se producen anualmente.
Al Bulli hay que saber a lo que se va, a un restaurante fuera de lo común, en la que vas a probar sabores y texturas diferentes, en la que prácticamente ni masticas y en la que se pueden permitir licencias como poner de snacks unas orejas de conejo fritas o como plato de carne una gelatina caliente de manzana con un caldo de perdiz.
No sé si es el mejor restaurante del mundo, pero si que es una experiencia que hay que vivir por lo menos una vez en la vida.

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