Restaurante de grandes dimensiones con una gran y nutrida barra a la entrada.
Decoración colonial hindú. Suelos curiosísimos de gres negro moderno con caminitos de baldosa hidráulica antigua, que tiene aspecto de ser la original de la finca. Me gustó la idea.
Mucho ambiente. Lleno hasta la bandera. Está de moda.
Bullicioso, mal insonorizado. Y no excesivamente preparado para soportar los humos procedentes de las carnes a la piedra que varias mesas preparaban in situ. Todavía huele mi abrigo...
Cocina multidisciplinar, con varios apartados, uno incluso de tapas.
Optamos por un menú que, por 26€, daba 6 interesantes opciones de primero y otras tantas de segundo. De postre, sacan la carta y elijes el que quieras de ella.
Eramos dos bien avenidos y decidimos tomar dos primeros y dos segundos diferentes y así compartirlos y degustar con más perspectiva la cocina de La Reserva.
Así quedó la cosa:
-----
•Ensalada templada de gulas y piparras.
•Milhojas de berenjena rellenas de longaniza de Graus y queso Cameembert.
•Chuletón de vaca gallega cocinado a la piedra.
•Cochinillo asado a baja temperatura al jugo de ciruelas pasas.
•Helado de avellana a la antigua.
•Hojadre de peras.
-----
Nada destacable, ni para bien, ni para mal: la ensalada, bien concebida pero acusando carencia de aliño; el milhojas, bueno, pero no para tirar cohetes; el chuletón, de excelente textura pinchando en sabor; el cochinillo, normalito.
En el menú entraba una botella de un riojita joven con un leve paso por barrica, Hacienda de Luis Selección, que no estaba mal. El trato correcto, las copas, muy grandes y de calidad media. Eché un vistazo a la carta y era aceptable.
Servicio agradable prestado por gente joven, moderna, bien formada.