Última noche en Lisboa y no podíamos dejar esta bella ciudad sin cenar ambientadas por el Fado, por lo que nos dirigimos al barrio de La Alfama. Tras recorrer sus estrechas calles buscamos un sitio para cenar, sin referencias, fluyendo, dejándonos llevar...

A nuestro paso, nos invitaban una y otra vez, entreabriendo la puerta y mostrando lo que nos podíamos encontrar.

Calles arriba y abajo, nos decidimos por la buena impresión que nos produjo una sonriente señora mayor ataviada con un estilo típico portugués que nos invitaba a entrar en un local pequeño y acogedor con velas sobre las mesas. Errooooorrrr!!!

Una vez acomodadas, ojeamos la carta, que además de ser escueta no estaba muy presentable, con tachones y anotaciones a mano. Oh! Oh!

Tras un buen rato de espera, puesto que la única camarera que había igual atendía a los clientes que te cantaba tres canciones seguidas, nos trajeron los aperitivos, que ni tocamos, y nos tomó nota.

Como no había mucho que elegir nos decidimos por un plato para cada una:

~ Bife Maria. (15 €) Filete de ternera al estilo "suela de zapato" infumable, acompañado de un huevo frito, zanahoria rallada y unas patatas fritas de las congeladas que sólo se asomaron a la freidora, ya que estaban crudas por dentro. Desastroso!
~ Bacalhau Murro. (15 €) Lomo de bacalao presuntamente a la brasa, salado, a tope de espinas y con los bordes churrascados y negros, como se puede apreciar en la foto. Le acompañaban unas patatas enteras asadas que estaban potables y sobre el bacalao unas verduras crudas en juliana: pimiento verde y rojo y cebolla. Horrible!

Por descontado, postre no pedimos, pero vimos como sacaban la carta de postres prefabricados a una mesa de ingleses que parecían disfrutar mucho con todo. Sorprendidas estábamos!

Pan de barra rebanado servido en un cestillo y cobrado (1,50 €).

Para beber esta vez nos decidimos por un vino verde, y tras varios intentos fallidos de las pocas opciones que ofrecían, nos sirvieron un Loureiro (17,50 €) al que le pusieron un enfriador de plástico en un estado deplorable. Penoso!

Vajilla, copas y cubiertos de batalla, con platos desconchados incluidos. Manteles de papel sobre faldones de tela roja. Servilletas desechables. Mesas muy juntas y sillas de madera poco cómodas.

El local era bonito, pero una vez dentro se notaba muy descuidado. Además hacía mucho frío, no estaba climatizado y abrían constantemente la puerta para captar nuevos clientes. Estábamos cenando con los abrigos puestos. Increíble!

El servicio, por parte de esta señorita que igual servía un plato que se arrancaba a cantar un poco de Fado, cantaba bien todo sea dicho, lento y muy mejorable. Creo que estuvimos esperando que nos trajeran los platos cerca de los 30 minutos.

A parte de los 4 ingleses que reían y jaleaban, había otra mesa con dos chicos que cenaron poco y rápido. Cuando terminaron de cenar, uno de ellos se dirigió a nosotras y sin pedirle explicación alguna nos dijo: soy portugués y no he comida tan mal en mi vida. Seguimos hablando unos instantes con amabilidad y se marcharon.

La amable señora que nos invitó a entrar había desaparecido, luego entendí que estaba en la cocina. En la puerta la sustituía otra mujer que compaginaba su función de relaciones públicas con el canto de Fado, al parecer era la tal Maria Da Fonte. Al rato, la cocinera salió y se acercó a los ingleses que dijeron alegres: very good!! Luego nos preguntó "¿Tudo bem?" y no pude evitarlo, le dije con diplomacia que todo malo, salado, crudo, etc. Sonrió y sin palabra alguna se marchó.

Junto con la cuenta (49 euros) nos dejaron sobre la mesa unos CDs de Maria Da Fonte insistiendo en que los compráramos. Vamos, esto fue lo último!

No suelo comentar mis malas experiencias, pero nos quedamos con esa sensación de "tomadura de pelo" que necesitaba plasmarlo. Sólo espero que en el futuro pueda servirle a alguien este comentario. Qué abuso del turista! ¿Tanto cuesta hacer las cosas un poco bien??

Decidimos tomarlo a risa, estábamos vendidas, era muy tarde y teníamos que cenar algo... así que intentaremos recordarlo como una anécdota y poco más.