Cinquecentas veces he pasado por delante
Mal termómetro son las fallas para una primera visita. Advertencia de que a las 23 h. deberíamos abandonar la mesa, ya que nos presentamos a puerta fría pasadas las 21 h. No hizo falta el temporizador.
Decoración rústica y aspecto acogedor. Tanto el exterior, como el interior, bien podrían servir para un asador. Buenas copas, servilletas de papel y vajilla moderna, pero basta. Con la "comodidad" típica de las sillas de madera.
Mucho bullicio, ruidoso cuando se llena.
Servicio numeroso, pienso que reforzado para estas fechas. Amables y serviciales.
Horno de leña para la pizzas, de buen tamaño y nivel.
Prosciutto, 4 quesos, 4 estaciones y diávolo. Una para cada uno. Fina y crujiente masa, destacables las dos últimas. Buena combinación de ingredientes en la cuatro estaciones, y salami del que pica de verdad en la diávolo.
Al medio, un innecesario antipasto de embutidos y quesos italianos. 15 pavos que me llegaron al alma.
Un solo postre para el enano, más bien medio, una bola de helado de fresa para que matara el ansia.
Para beber, una botella de 1/2 l. de agua y un recargadísimo Las Campanas rosado 2012 a 12,50 €. cuando tasadamente vale más de 3 €. A veces se paga este precio por no saber comer sin vino a estas alturas. La carta de vinos es corta en cuanto a nacionales y elevada de precio. Las referencias italianas le superan, lógico por otra parte tratándose de personal de este país.
La carta está modificada en función de las fiestas, y con ese título consta. No es otra cosa que la eliminación de algún entrante. Seguramente para que haya una mayor celeridad, sobre todo en cocina.
Es posible que en una de esa cinquecentas veces que paso, pare de nuevo. Hay que probar la pasta y enjuiciarlo mejor. Creo que puede ser un buen italiano.