"The Royal Mile" en el casco histórico de Edimburgo es la calle más larga del centro y abarca algo más de una milla. Casi al final y muy cerca del castillo, en uno de los medievales edificios de piedra, se esconde este clásico, rústico, refinado y conocido restaurante, quizá el valor más seguro de la ciudad por tradición, y cocina con guiños a la modernidad. A su multimillonario propietario, quien además posee una cadena hotelera y diversos negocios del ramo, le han otorgado recientemente el premio al "Restaurateur of the Year".
Una vez dentro de esta Casa fundada en 1979, nos encontramos con un ambiente especial en la que las maderas talladas, los fantasmagóricos candelabros, la tenue luz que entra por sus vidrieras y los sofás de cuero algo raído ayudan a crear una atmósfera que nos recuerda a una catedral gótica.
Las mesas son espaciosas y están vestidas con mantelerías de hilo, cuberterías y vajillas de calidad y cristalería Riedel.
El servicio es de vieja escuela, y como tal muestra una mezcla de educación y altivez.
La comida, elaborada con materia prima de calidad, es sabrosa y contundente y hay que decantarse por las creaciones más sencillas de carne, pescado y verduras, ya que si nos aventuramos y elegimos algún plato de mayor técnica quizá acabemos algo defraudados. Al final, sin darnos cuenta vivimos en un país donde los restaurantes reputados alcanzan cotas muy altas, y cuando salimos al extranjero, si queremos vivir experiencias gastronómicas sorprendentes hay que pagar mucha pasta en restaurantes de grandes y mediáticos cocineros, si no, lo mejor es no arriesgar e ir a lo seguro.
Como entrantes comimos un delicioso y fresco salmón con hierbas y una ensalada de cangrejo. De segundo ensalada de pichón y un apetitoso chuletón de vaca vieja. Para terminar postres de chocolate y helados.
La carta de vinos es enorme y completa, con verticales de lo mejor de Burdeos, Borgoña, Piamonte, Vega Sicilia y Marqués de Riscal. Los precios, sorprendentemente contenidos, dan que pensar. Bebimos un billecart Salmon y un Terre Nere "Santo Spirito" 2010, este último a 30£, efectivamente da que pensar...
Como colofón dos copas: una de Calvados viejo y otra de un embotellado raro de Macallan.
Una interesante experiencia en un precioso y elegante restaurante, quizá el más recomendable de Edimburgo, que si bien no ha sido la vivencia culinaria trascendental de nuestra vida, sí nos ha dejado un buen sabor de boca . Pagamos unas 55£ por cabeza sin contar el vino.