En dos tiempos porque el restaurante, y su propietario, se lo merecen.

A comer, cuatro adultos y una señorita de cinco años.

Al centro:

Salteado de garbanzos con gambas y ajetes. Más que bien. Un toque de aceite al final le hubiese mejorado.

Judiones de la Granja. Muy bien. Con sus trocitos de compango. De todos modos media hora más de cazuela (o 5 minutos de olla) no les habrían venido mal, más que nada para espesar el caldo.

Croquetas de jamón (8). Muy ricas.

Individuales:

Tagliatelle con york y salsa de tomate para la niña. Espectaculares. Pasta en un punto perfecto, salsa de tomate con recuerdos de las de al abuela o la madre. De las mejores pastas que he probado en mi vida.

Villagodio para dos. Muy bueno. Con patatas demasiado fritas, aunque caseras.

Dos arroces con verduras y trufa. Regular, lo más flojo de la comida. A decir de quienes los comieron, excesivamente pastosos.

Unas frambuesas pedidas tal cual, sin azucar siquiera. De la zona, en abundante ración y ricas.

Dos pasteles rusos con chocolate caliente. Riquisimos, tanto los unos como el otro.

Un helado de vainilla. Rico.

Dos botellas de albariño Viña Fernadas. Desconocido y muy fácil de beber.

Un par de copas de Ribera de la casa del que no recuerdo el nombre para acompañar el villagodio.

Cuatro cafes.

Hasta aquí la comida. Ahora el (creo) dueño y camarero-sumiller-maitre.

Nos recibe en la puerta de un local un tanto "demode" aunque curioso en la decoración y con mesas bien vestidas. Estabamos solos (era Lunes) y elegimos mesa al gusto. Nos pregunta que vamos a beber ¡antes de darnos la carta!. Pedimos carta de comidas y vinos, nos da la de comidas y de vinos nos dice que no hay, que ya nos comenta el. Vale. Elegimos la comanda, pedimos cava para ellas y nos dice que no tiene ninguna botella fria. Pedimos Albariño para los primeros y nos trae el mencionado anteriormente. Esta bueno y seguimos adelante. Empieza el desfile de platos y el Señor Martinho ronda nuestra mesa acercandose de vez en cuando a un aparador cercano para darse un trago de vino. Comentarios diversos sobre nuestra procedencia. Trago de vino. Preguntas sobre los platos. Idem. He de aclarar que no se sobrepaso en ningun momento, pero la situación era curiosa y nos dejamos llevar. A la cria le acerco una caja de lapices y unas hojas para dibujar cuando acabo de comer. Pedimos la segunda botella y nos dice que no está fria. Pues a la cubitera con agua y hielo, coño. Trago de vino.

Asi hasta el final. Curioso de narices el Sr. Martinho.

Puntualizar que las dos copas de tinto para la carne fueron invitación de la casa, así como el helado de la niña.

Yo volvería sin duda.