Pues bueno, que mi mujer y un servidor "encasquetamos" al nene y nos fuimos mano a mano a comer los dos solitos para recordar cuando "éramos jóvenes".
Reservamos y a la Cuina de Fernando que fuimos, un local que teníamos ganas de visitar y he de decir que ha valido la pena.
Se encuentra en una casa antigua totalmente restaurada, pintada de blanco, lo que le da una luminosidad y sensación de tranquilidad bastante importante. Tiene dos pisos, con lo que si llevas carro o tienes problemas de movilidad, mejor decirlo y comer bajo.
Llegamos puntuales y nos sentaron enseguida. Llega la hora de elegir la comida y tienes las siguientes opciones: un menú corto de 2 entrantes + plato principal + postre a elegir por 15€, uno largo con un entrante más por 18€ y uno de degustación con 4 entrantes y más opciones en el plato principal por 25€ (este es bajo reserva si no me equivoco). En todos incluye un agua y un panecillo por persona. Café y resto de bebidas aparte.
Los entrantes eran individuales, pero debían ser los mismos para los comensales de la mesa.
Nos decidimos por el menú largo y elegimos los siguientes entrantes:
- Ravioli de pan con huevo, sardina ahumada y pimiento verde: simplemente espectacular. La cremosidad de la yema del huevo, la textura crujiente del pan y el increíble sabor de la sardina hacen de este plato una delicia. El pimiento verde le da un punch especial. De 10.
- Alcachofas crujientes con crema de marisco. Este plato después del ravioli quedó en un segundo plano. La cocción de la alcachofa era muy buena y su posterior empanado y fritura correcto. Lo mejor la crema de marisco, que tenía mucho sabor.
- Croqueta de buey de mar. Quedó en un segundo plano después del sabor de la crema de marisco. En nuestra opinión fue el entrante más flojo.
Los segundos:
- Cordero deshuesado con hierbas aromáticas (no recuerdo bien el nombre del plato). Muy sabroso, con una combinación delicada de hierbas aromáticas sin apabullar ni tapar el sabor. Cocción perfecta.
- Bacalao gratinado con all-i-oli, aceite de albahaca y polvo de pimentón de la Vera. Espectacular. Junto con el ravioli, los dos mejores platos. Cocinado a baja temperatura, en su punto perfecto, con un all-i-oli que no tapaba sino realzaba el sabor del bacalao y una combinación de aceite y majado de albahaca delicioso. El pimentón le daba un contrapunto muy muy bueno.
Los postres:
- Mousse de chocolate negro 70% de cacao: chocolate negro muy rico, con una cobertura de chocolate más suave y un fondo donde se encontraba ese 70% de cacao. Muy bueno y nada empalagoso.
- Espuma de mascarpone con helado de café y bizcocho de amaretto. Este postre me encantó y eso que no soy muy de dulces. El helado de café y la espuma riquísimos.
Para beber pedimos un Schmitges Riesling Steilhang "Vom Berg" 2013 para acompañar los entrantes y un Recaredo Brut de Brut 2006 servidos a su temperatura correcta (quizá el enfriador que le pusieron al riesling para mantner el frío fue un pelín bestia) y con su cristalería correspondiente.
Correcta carta de vinos con una cuidada selección.
Un restaurante al que pienso volver y que tiene en su chef, Fernando Molina, un valor seguro y una energía y ganas de evolucionar constantes.
P.D.: nos invitaron a los cafés e incluso nos ofrecieron un licor cortesía de la casa, pero declinamos que teníamos que volver a por el "nene perdido" :D