Casa Noval aparece en algunos libros de ruta, y fue uno de ellos el que nos animó a pasar por él, por lo que después de un aperitivo por el casco antiguo aterrizamos en el restaurante en cuestión.

Coqueto local: Escaleras hacia abajo su bodega, donde poder tomar una copa de vino y pedir alguna ración; en la planta de arriba el restaurante, en el que degustar la carta o ir simplemente a menú, y la verdad es que éste último ya era realmente sugerente por lo que nos decantamos por él.

Si alguna vez vais en época estival, absolutamente recomendable comer en su balcón interior de madera perfectamente conservada, donde es un verdadero placer estar.

Y allí comimos, mantelería de hilo, cubertería adecuada, y a pesar de ser menú nos ofrecieron degustar el vino del Bierzo que solicitamos servido en copas finas y elegantes. Pan excelente, y destaco esto último ya cada vez es más difícil encontrarlo en otras zonas del país a menos que vayas a una tienda gourmet. Bollo muy bien cocido, sabroso y esponjoso por dentro (además de la harina cuán importante es la calidad del agua en su elaboración!!).

De primero, en mi caso un caldo gallego servido en cazuela de barro, y de segundo ternera estofada con patatas y pimientos asados. Delicioso zancarrón que se deshacía en la boca, servido con patatas fritas, blancas y harinosas tan típicas de Galicia y del Bierzo (Reino de las Kennebec en esa parte del País). De postre flan casero.

Mi pareja, guisantes con jamón, merluza a la plancha con guarnición y mouse de piña también elaborado por ellos, y todo igualmente sabroso.

El vino, sin recordar el nombre de la bodega, era un mencía joven elegante y delicado, no obstante quedó media botella en la mesa ya que debíamos continuar ruta en coche.

Finalmente cafés y todo a 14 € por cabeza.

Platos básicos pero resueltos y presentados con maestría. Todo tan sencillo pero paradójicamente y cada vez más, tan difícil de encontrar.

Servicio atento y diligente. Volveremos sin duda.