A la mitad del menú “Carta Bianca”
se anuncia tu nombre en femenino:
“Triglia cotta in acqua de telline”.
Y, tras un invierno de hongos y coliflores secos,
apareces en la mesa, con tu piel nacarada,
y una verde pincelada de cilantro en pesto,
como el leve musgo de tu hogar rocoso.
Oh, triglia virginal
de rosado neopreno,
de carne firme y blanca,
que se desacopla con ternura,
para morir en mi boca.
Oh, las horas interminables junto al fuego,
sincronizando tu sabor con las tellinas,
todo el mar tirreno hirviendo en los fogones,
para convertirte en placer
iridiscente y marino.
En placer eterno
como el fondo del océano.
Cuando te acabas, casi al instante,
en la mesa ya asoman
lágrimas de risotto
acompañado de sabrosos cánticos de despedida
de una becada.
Agradecimientos:
Enrico y Roberto Cerea, Paloma y Francesco, famiglia triestrellada al completo.
Decorados:
Jardin de las mil y una antorchas, Brusaporto, pero, sobre todo, la próxima Bérgamo, cittá alta de calles empedradas, casas ocres y tejas rojizas, aristocracia medieval, y jardines de enredaderas que trepan, oscuras y frescas, a la memoria.
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