Restaurante pelucón

Situado en la espectacular centro de ocio de Plaza Lagos, en la isla de Samborondón, a pocos minutos en coche de Guayaquil. Ciertamente parece que está en otro país, y si bien es alejarse completamente de la cultura del país, sí que resulta recomendable dedicar una tarde a conocerlo.

Restaurante agradable, elegante, cómodo, reservado a la gente de mayor poder adquisitivo -que por otro lado es quien vive en dicho cantón-. Quizás en exceso recargada de decoración la mesa, que la hacen algo incómoda. Servicio atento y amable, muy profesional. Rellenan las copas de forma eficiente.

Carta de vinos acorde a la cultura enológica del país, con precios caros, muy caros, en su mayoría chilenos, y en menor medida argentinos creo recordar. Pagamos por un Doña Paula Malbec 29.23$, que por lo que he podido ojear, se puede adquirir en USA por unos 12 dólares, que teniendo en cuenta los precios de los vinos en tienda (40$ de un Cvne Cr, o casi 20$ de un Sangre de Toro), intuyo un sobrecoste bastante reducido por parte del restaurante. Servicio del mismo correctísimo.

En cuanto a la comida, está basada en carnes a la parrilla con una amplia variedad de cortes y procedencias, con algún marisco un poco más trabajado, con precios altos y engañosos. Nosotros pedimos unos camarones encocados (7,50$), pero de encocado diferente al tradicional -y que no tiene que ver con las vías nasales, por cierto-, ya que el coco, en lugar de usarlo en la salsa, se usa rallado -vaya, hombre- a modo de rebozado, todo esto acompañado de una salsa de mostaza y miel, correctos. De platos principales, mi mujer optó por unas chuletas de cordero al romero, bien, y yo por una entraña de res americana a la parrilla 21$, bien de punto y sabor, justos de cantidad y ambos a 21$, acompañados de verduras a la parrilla, convenientemente cobrados (3 y 4$). De postre un volcán de chocolate bastante logrado.

Al final la cuenta, sumados IVA (12%) y servicio (10%) se fue a los 115$, lo que lo convierte posiblemente uno de los restaurantes más caros de la ciudad, por una cocina más bien discreta.