Creo que es la quinta vez que ceno en este restaurante y la verdad es que tenía muy buenos recuerdos.
Todos los días no son iguales y menos cuando tenemos lleno el comedor de dentro, elegante sin duda. Y además tenemos llena la terraza e incluso un par de mesas en el mismo bar.
No se puede dar de comer a tanta gente con la misma delicadeza que si damos a la mitad pero los tiempos que corren no están para limitaciones.
De aperitivo 4 anchoas en aceite, muy ricas, sin un "pelo", exquisito sabor.
Luego una ensalada de bakalao un poco raquitica para 2 personas, de sabor estaba buena pero quizás un poco más de pescado y un poco menos de verde hubiese estado mejor.
Yo rodaballo, presentado con corte transversal del pez, demasiado hecho, por lo tanto un poco seco con unas patatas panaderas que estaban de rechupete.
Ella rape, todo lo contrario un pelín más tiempo hubiese necesitado, por dentro estaba un poco crudo, no mucho pero.......
El postre riquísimo, un helado de queso con un toque de mango y chocolate caliente, una mezcla maravillosa.
Una botellita de Mar de Frades, como siempre, un rico Albariño, en cubitera, presentado antes de abrir y dado a probar.
He pedido un cortadito que estaba muy a mi gusto, con sabor a café-café.
Una pena lo de los pescados, estamos en un pueblo pesquero y uno no perdona igual que en mitad de la llanura castellana.
Un fallo que tiene este restaurante es tener la puerta de la cocina demasiado visible por lo que se oye todo lo que dentro sucede y hoy con tanta gente había más nervios de lo habitual.
De 5 veces una y con estas circunstacias es perdonable, volveremos un día que haya más relax.
Nota al margen:
Después de cenar nos hemos acercado al Sauga Folk, a Colindres. Todos los años vamos uno o incluso 2 días.
Yo no soy cántabro pero me gusta Cantabria, eso sí, la verde, la rojiblanca, la del lábaro, la gastronómica, la de los brazos abiertos, la celta, la de la tierruca, la de la gaita, la de la sidra, la infinita.....